Sanciones a Irán

Yashmina Shawki
Yashmina Shawki CUARTO CRECIENTE

OPINIÓN

08 nov 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

No seré yo quien diga que el afán expansionista del régimen iraní no es uno de los factores más desestabilizadores en Oriente Próximo. Tampoco seré yo quien afirme que sin su apoyo -unido al de Rusia- el régimen tiránico y dictatorial de Bashar al Asad hubiera logrado recuperar el territorio sirio en manos rebeldes. No seré yo quien niegue que el levantamiento de los rebeldes houthíes en Yemen se mantiene gracias al respaldo económico y militar de Irán. No seré yo quien sostenga que su injerencia en la política iraquí permitió la irrupción del grupo terrorista Daesh como respuesta a su sectarismo chiíta.

Tampoco seré yo quien contemporice con la situación de sometimiento y vejación constante a la mujer en la teocracia más siniestra del mundo. Ni tampoco alabaré el oscurantismo, el nepotismo y la utilización del terror como método para acallar la creciente disensión.

No siento ninguna simpatía por el régimen iraní pero, dados los antecedentes, no creo que la imposición de sanciones vaya a mejorar en nada el status quo en Oriente Próximo, tampoco servirán para frenar su deriva intervencionista en la región ni su desarrollo nuclear. Por el contrario, estoy convencida de que, como ha sucedido en el caso iraquí, las sanciones y los embargos internacionales solo empobrecen y castigan a la población mientras la dictadura aprieta más su puño de hierro. El recorte en los ingresos por petróleo, muy importante sin duda, solo perjudicará a los ciudadanos ya que, como todo estado totalitario, nunca dejará de invertir en el ámbito militar ni limitará sus esfuerzos en mantener y extender su influencia chiíta en la región. Más aún, dificultará cualquier esfuerzo por establecer relaciones que impulsen una liberalización de la teocracia encaminándola a un régimen más democrático, social y justo. Mano de hierro en guante de seda.