Vamos a ver, si mi mujer no me hace caso no espero que me lo haga Mariano Rajoy. Pero con esta noticia de que han aparecido pruebas de la corrupción del Partido Popular, que es como decir que han aparecido pruebas de los crímenes de Jack el Destripador -las tripas de la pobre Mary Jane Kelly-, les recuerdo a mi mujer y a ustedes lo que escribía aquí mismo hace exactamente cinco años, cuando salieron las primeras noticias del caso Bárcenas.
A aquella columna la titulé «El señor de las moscas», que es una novela de William Golding en la que unos niños náufragos crean una colonia en una isla desierta y eligen como líder, o, mejor dicho, como su dios, a una cabeza de cerdo que clavan en una estaca y se va pudriendo y llenando de moscas.
Decía yo entonces: «Rajoy no tiene talla moral ni gallardía para encarar una crisis de esta envergadura. Si mañana saliera diciendo: es verdad, pido perdón y voy a zanjarlo, el pueblo lo apoyaría, pero no tiene coraje ni voluntad de sanear la política.»
Hoy Mariano está de vuelta a la vida civil, pero el huevo de la serpiente, que tiene un largo período de incubación, está comenzando a romperse. Igual que en las carreteras nacionales no se pueden respetar los tramos de velocidad limitados a cuarenta, y a los del pladur no se les paga el IVA, se sabía que partidos y sindicatos se financiaban ilegalmente, que siempre había sido así.
En manos de Mariano Rajoy estaba frenarlo, pero pisó el acelerador cantando a voz en cuello: «Para ser conductor de primeraaaa...»