Fuera de ruta

Luis Ferrer i Balsebre
Luís Ferrer i Balsebre EL TONEL DE DIÓGENES

OPINIÓN

28 oct 2018 . Actualizado a las 10:04 h.

Hace tiempo que lo intuía pero solo el paso de los años me ha dado la suficiente perspectiva como para confirmar que la opción más acertada es salirse de las rutas. Salirse de todas las rutas de moda. 

Disfruté unos días de descanso y ante la pregunta amable de los amigos -¿y dónde vas a ir?- he contestado lo mismo: al sitio más exótico fuera de rutas, me voy a Albacete. Y no me equivoqué.

Llegué a Albacete después de parar en Alcalá de Henares, visitar la Universidad y charlar un rato con el Cardenal Cisneros. De Compluto llegué Brihuega, un pueblo milenario que tiene plantadas más hectáreas de lavanda que la misma Occitania y un museo insólito de miniaturas. Castilla en tonos lavanda.

Paré a comer una pizza en Marquineti, en Tomelloso, el mejor pizzero del mundo, avalado por todos los premios posibles y al que los italianos que le hacen el túnel despojaron de su identidad manchega convirtiendo a Marquina en Marquineti. Una gloria mundial desconocida en las rutas de magazin.

En Villanueva de los Infantes pasé largas horas conversando con un Quevedo doliente que me presentó a todos sus amigos, me abrió sus casas y me llevó a su celda y a su tumba. Sin duda uno de los pueblos más bonitos de España y ese lugar de cuyo nombre no quiere acordarse Cervantes. Lo dice un grupo multinacional de expertos que cuenta con historiadores, matemáticos, geógrafos y literatos que hace poco presentaron su informe: todos los indicios apuntan a Villanueva.

Y llegué a Albacete para confirmar que el latiguillo del «caga y vete» es más una argucia de los albaceteños para espantar a los forasteros que una realidad. Albacete es joven y amable, se tapea y se come fenomenal, tiene un modernismo interesante y un museo de la cuchillería que enseña el lado más rentable y canalla de su ser: «Si no me mienta a mi madre el carabinero Alebe, no lo mata de aquel tajo mi navaja de Albacete...».

Vengo de La Mancha con los ojos manchados de lavanda, de pizarra negra, historia , castillos, duelos y quebrantos, aceite y queso. Y no había nadie porque estaba fuera de ruta.

Un amigo contaba recién hecho un tramo del Camino de Santiago que estaba encantado, pero que le pareció un poco parque temático por la cantidad de gaiteiros, puestos de viandas, amuletos y demás shopping enxebre. Tuvo dificultades para poder orinar debido al tránsito que había y las damas se ponían lívidas cuando tenían que esperar colas enormes para ir al baño. El Camino está en la ruta.

Las rutas de moda son demoledoras, hasta en el Everest han puesto numerus clausus.