El «procés», una historia de terror

M.ª Carmen González Castro
M.ª Carmen González VUELTA Y VUELTA

OPINIÓN

26 oct 2018 . Actualizado a las 07:49 h.

El sábado se cumple un año de aquel vodevil que representaron las fuerzas soberanistas en el Parlament de Cataluña, cuando decidieron que no era una buena idea convocar elecciones. Que era mejor declarar la independencia tras una votación secreta en urna que dejó ojiplática a media España. Y un año después, ¿qué queda del procés? Solo una historia de terror, propia de las fechas de Halloween en las que todo se descontroló.

Transcurridos doce meses, los cabecillas que accedieron a comparecer ante la justicia española están en prisión provisional y a punto de sentarse en el banquillo de los acusados. Los más cobardes, como Carles Puigdemont o Marta Rovira (por cierto, ¿qué fue de Marta Rovira, la que parecía llamada a suceder a Junqueras?) dando vueltas por el extranjero, intentando mantener viva una causa que -si exceptuamos Flandes- no ha tenido eco más allá de los Pirineos.

Las empresas que abandonaron Cataluña para escenificar su alejamiento del proceso no han regresado. Las familias no hablan de política en sus reuniones, la sociedad sigue partida en dos y el Gobierno no está por la labor de gobernar, está por hacer ruido, por incordiar. Eso sí, ahora consciente de que hay una línea roja que no hay que traspasar porque nadie quiere hacer compañía a Junqueras en prisión. Algo han aprendido.

Y todo esto, ¿por qué? Porque si algo no quedó claro es qué pretendían de verdad los independentistas hace un año. Sabían perfectamente que esa declaración no iba a tener ningún efecto (al menos en el sentido que ellos pretendían). No son palabras mágicas que por el mero hecho de ser pronunciadas vayan a desgajar a Cataluña del mapa de España. Entonces, ¿qué pretendían en el fondo? ¿Más autonomía? ¿Más dinero? ¿O era solo un gesto de cara a la galería, para confirmar ante sus votantes que ellos pelean por la independencia pero España no los entiende?

Fuese lo que fuese, lo cierto es que perdieron el control y no supieron calcular las consecuencias. Ni el Gobierno se sentó a negociar, ni les ofreció más autonomía ni les dio más dinero. Solo les respondió la Justicia.

¿Y la independencia? Un año después, ni está ni se la espera.