Sanluqueira

Ramón Pernas
Ramón Pernas NORDÉS

OPINIÓN

20 oct 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Regresa Mondoñedo del silencio y al silencio vuelve, ya pasó el día grande de As San Lucas, y el mas popular día do medio pero queda todavía mucha fiesta hasta que el lunes los feriantes retornen de la última de las fiestas del ciclo festero del año. Regresaron los potros a los montes que circundan el valle, y el caballar atravesó trotando la plaza grande y galopó hasta los Remedios. Caballos bravos, peludos, cortos de pata y tercos de casco como los describía don Cunqueiro. Terminan las ferias mas famosas de esta parte de la cristiandad, que ya van para mas de ocho siglos y medio desde que Martín, el obispo calígrafo trasladó la vieja sede a Villamayor, a Mondoñedo, e inició las obras de la preciosa catedral que a mi y a Otero Pedrayo se nos antoja submarina pues ocupa la parte baja de la episcopal ciudad y tiene un rosetón vidriado que a juicio de Otero es el mas bello del mundo sumergido. Concluyen las fiestas y se me avivan los recuerdos de cuando estuve tal día como ayer con mi abuela que me compró un bollo dulce de cuernos, lo llamaba bolo de cornos, que era en realidad un croissant rural y campesino. Un mundo misterioso me pareció de niño la oferta mágica de los feriantes que vendían preciosas mantas de cuadros zamoranas, paños palentinos, anteojos de ver, afeites y elixires milagrosos, pan y panes, ternos oscuros de ropavejeros, pirulís de la Habana, mientras los tragafuegos escupían su mercancía de llamas y Barriga Verde, repetía que se acabo la peseta, muerto el demonio, Y bajaban los labradores de tras da Corda, los herreros de Ferreira Vella, los oleiros con sus vasijas vidriadas y en A Fonte Vella, se ubicaban los puestos de hierba fresca recién cortada, y la mañana olía a heno y a salvia. Era la ciudad de las maravillas, bulliciosa y popular, y al lado de donde estaban los talabarteros una tómbola desgranaba su melodía de siempre toca y un precioso Tiovivo giraba sin parar por la Alameda. Y en mi memoria cultural Lence Santar y Leiras Pulpeiro escuchaban un poema montañés de Noriega Varela mientras O Pallarego interpretaba a Sarasate al violín. Se van As San Lucas hasta otro año, hasta otro otoño, y deja que la lluvia visite el valle, y el santo patrón que era evangelista, medico y pintor, que fue capaz de captar en sus lienzos la sonrisa de la Virgen, mira con san Rosendo como corren las nubes camino de la mar. Y Mondoñedo sigue siendo el laboratorio de la melancolía que regresa del silencio y al silencio vuelve.