Pobreza sin apellidos

Xosé Cuns

OPINIÓN

06 oct 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Pocas imágenes son tan tristes como la que esta semana publicaba La Voz, con personas haciendo cola en una empresa energética en Ourense para solicitar el bono social. Y pocas resumen tan bien las razones del drástico aumento de la desigualdad en España en los últimos años, o que la pobreza (especialmente la de las mujeres) no se esté reduciendo de forma significativa.

No existe la pobreza energética. Existen la desigualdad y la pobreza sin apellidos. Las casas de las personas más vulnerables no se pueden calentar en invierno porque sean pobres energéticos, sino pura y simplemente porque son pobres y tienen que escoger entre el potito del bebé o echarle una manta encima. Dividir la pobreza en partes es rentable mediáticamente, pero favorece la falsa ilusión de que se soluciona.

Si algo denuncian cada vez más personas vulnerables, organizaciones de acción social o servicios sociales de base es el aumento de la burocracia, la lentitud y los requisitos absurdos y la culpabilización y aporobofia ante las necesidades de los ciudadanos. También son castigos clásicos la escasa coordinación entre administraciones, y dentro de cada una de ellas la afición a medidas cortoplacistas (cuando no meros anuncios) de casi nula efectividad. Pues si esto no era suficiente, ahora también intervienen oficinas de empresas.

No por casualidad. Joseph Stiglitz inventó el término «capitalismo de amiguetes». La falta de competencia y el elevado número de oligopolios y carteles, especialmente en mercados relacionados con la vivienda y los servicios vinculados, son un factor clave de la debilidad de nuestra política social. Mientras entre el 2008 y el 2016 los ingresos de los hogares medios descendieron un 1,2 %, el precio de la electricidad subió un 46,7 %, y el gas natural un 31,2 %.

Bienvenido sea el bono social, algo es algo. Pero combatir la pobreza y la desigualdad es otra cosa: competencia sin precios hinchados, un sistema fiscal justo que no perjudique a las personas y empresas más vulnerables, un sistema nacional de rentas mínimas decentes para quien lo necesite y durante el tiempo que lo necesite... Así, sí.