El presidente impostor

Fernando Hidalgo Urizar
Fernando Hidalgo EL DERBI

OPINIÓN

MARCELO DEL POZO | REuters

28 ago 2018 . Actualizado a las 10:36 h.

Pedro Sánchez está instalado en la Moncloa de forma legítima. No gracias a los votos de los españoles, o por lo menos no gracias a que lograra una mayoría de ellos en las últimas elecciones, pero ha alcanzado el poder dentro de las normas democráticas y de la legalidad vigente. Así hay que entenderlo porque esto no es muy discutible. Sí en cambio lo es absolutamente todo lo demás. Cuánto tiempo debería permanecer así al frente de una de las naciones más importantes del mundo (sí, España lo es, a pesar del discurso de algunos); cómo debe actuar durante este tiempo con solo 84 diputados; la actitud con los independentistas, la rotura del consenso con la oposición en asuntos de Estado... 

Hasta ahora, en España ha gobernado siempre quien o bien ha ganado las elecciones con mayoría absoluta, o quien ha logrado una mayoría que ha permitido apoyos parlamentarios suficientes para configurar un Gobierno estable. Pero nunca nos hemos encontrado con un caso como el actual, en el que el poder que ahora mismo ostenta Pedro Sánchez no es el objetivo en sí mismo, sino una plataforma para conseguirlo de verdad más adelante.

Y aquí es donde nos encontramos con que Sánchez está haciendo un uso torticero de su cargo, hasta el punto de que, de alguna manera, los españoles somos rehenes de un Gobierno, no okupa como dicen algunos, sino de un Ejecutivo que actúa permanentemente como un impostor cuya única finalidad es que no le desenmascaren antes de tiempo. Y eso es lo que parece Sánchez, un presidente impostor, que actúa desde que se levanta hasta que se acuesta y que seguirá actuando hasta que su personaje se agote o hasta que considere que es el momento adecuado para convocar las elecciones en una situación ventajosa.

Pero por el camino nos va a dejar una situación en Cataluña peor de la que heredó, con un independentismo más crecido ante la complacencia del Gobierno, con el riesgo de reactivar un fascismo que hasta hace poco era irrelevante en España, y con una serie de medidas de dudoso poso democrático como el truco de magia auspiciado por Podemos que hará desaparecer el Senado como obstáculo para sacar adelante el techo de gasto.

La farsa se ha convertido en lo único importante para el presidente, quien se está construyendo una imagen de hombre de Estado pagada por todos los españoles. Fotos con la canciller alemana, avión va, helicóptero viene... y todo sin pisar los callos de quienes le han puesto ahí, independentistas catalanes, nacionalistas vascos y la izquierda antisistema. Llegados aquí cabe hacerse una pregunta: Si Sánchez es capaz de instrumentalizar el Gobierno de España con la finalidad de ganar las próximas elecciones, ¿qué nos garantiza que no lo volverá a hacer si más adelante encuentra eso que hasta ahora siempre se le ha negado, el respaldo en las urnas?