La fotografía

Tamara Montero
Tamara Montero CUATRO VERDADES

OPINIÓN

06 ago 2018 . Actualizado a las 08:13 h.

Miraba a través del objetivo y entonces se dio cuenta. Pensaban que era un instante único, pero esa imagen se repetía playa arriba. Clonándose una y otra vez a lo largo de toda la arena. La dictadura de la fotografía. De la imagen perfecta. Ni siquiera Rodin sería capaz de cincelar cuerpos como los que son capaces de dibujar los programas de edición fotográfica. Ni una cicatriz, ni un michelín. No hay culos caídos ni barrigas aerostáticas. Por no haber, no hay ni una uña del pie encarnada. No te pican los mosquitos, ni las medusas te atacan en la orilla. Caminando jamás te encuentras ni toneladas de basura acumuladas en la playa. No hay críos gritando como posesos y lanzando arena como si no hubiera un mañana mientras los adultos, hablando a voces, le cuentan su vida a los que en cien metros a la redonda intentan tomar el sol, dormir un poco o leerse un libro tumbados en la toalla. En esas fotografías de arenales de ensueño no hay que ir a plantar la sombrilla y reclamar tu trocito de terreno a las ocho de la mañana. Las colas en los restaurantes las sufren los otros, que acaban comiendo a las cuatro de la tarde en una esquina de la barra.

Jamás se te cae la baba ni se te marca el cojín. En las siestas de Instagram no sudas porque no tienes aire acondicionado y fuera hay 40 grados. Siempre son en hamacas limpias, preciosas, bien colocadas. Las vacaciones en las redes sociales siempre son mágicas.