El orgullo de ser de derechas

Xose Carlos Caneiro
Xosé Carlos Caneiro EL EQUILIBRISTA

OPINIÓN

24 jul 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Hasta el sábado por la mañana Pablo Casado me parecía un político al uso, de la escuela neopolítica de los Rivera y Sánchez. Me equivoqué. Casado posee algo de lo que carecen los citados: la emoción. Por primera vez en toda su historia, el PP tiene a su frente a un joven que transmite sentimientos, valores, principios propios de una formación política situada en la derecha. Cuando escuché su discurso antes de las votaciones, supe que emergía un nuevo líder capaz de derrotar al populismo. El domingo analizando las acusaciones que le dedican sus adversarios, ratifiqué mi criterio. Decían que había ganado la ultraderecha. Pero es lo que llevan diciendo desde que el PP es un partido vigoroso. Decían que sería mejor Soraya, la misma que han defendido los medios de comunicación que han estado siempre al servicio de la izquierda. Incluso hace años se parodiaban a sí mismos afirmando que estaban orgullosos de ser de izquierdas. Algo que nunca, ni remotamente, se le había ocurrido difundir al PP en sus medios afines. Solo la socialdemocracia es digna de magnificencia. El conservadurismo, sin embargo, debía deambular con el rabo entre las piernas, condenado a arreglar los desaguisados. Voy a los datos. La tasa de paro que dejó el PSOE en 1996, cuando Aznar ganó las elecciones era del 23%. La prima de riesgo país estaba en 442 puntos. El déficit público en 6,6 y la riqueza total neta de las familias en 2,2. Cuando la pésima gestión del atentado de los trenes de Madrid, y la obscena campaña de propaganda de ciertos medios, volcó la intención de voto, la tasa de paro estaba en el 11%; la economía crecía al 3,4%; la prima de riesgo era cero y la riqueza de las familias estaba en el 4,3. Ya ni les cuento cómo dejó España Rodríguez Zapatero en 2011. Sus cifras eran horribles. Pero esa no fue la peor herencia, sino la ideología. Zapatero resucitó a Franco e hizo pensar a los españoles que ser de derechas era ser franquista. Y no solo eso. Zapatero alimentó la confrontación y el menosprecio a quienes se declarasen conservadores. Su herencia la recogió el hombre que hoy tenemos en Moncloa. Ellos saben que la ideología es lo que importa. Venden emociones. Algo que al PP siempre se le había escapado. Ellos vendían números.

Casado es otra cosa. Su relato es el de la dignidad de las ideas. Su voz es la de millones de españoles que quieren este país. Que les duele que lo denigren. Que piensan que la familia importa. Que creen que el Estado no debe estar metido en todas partes y abogan por la libertad individual frente al temblor de las masas. Que creen en la vida y detestan el aborto. Que rezan. Que respetan al Rey. Que saben que los devotos de la igualdad siempre acaban igualando por abajo y no por arriba (por arriba solo «igualan» a sus camaradas). Que votan no solo con la cabeza, sino con el corazón. Es ahí donde reside el orgullo de ser de derechas. Por fin alguien ha alzado la voz para decirlo. Mucho me alegro.