Recordando a Manuel Valls

José María García-Lastra LÍNEA ABIERTA

OPINIÓN

21 may 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Hablaba con él con cierta frecuencia. Eran conversaciones telefónicas siempre interesantes, en las que yo buscaba su opinión sobre grandes temas de actualidad internacional y, obviamente, francesa. Lo recuerdo perfectamente, solía llamarle a su casa los domingos a la tarde. Le gustaba hablar, hacerlo con tranquilidad, sin prisas, degustando los temas que yo le iba planteando en mis llamadas como quien los habla ante una taza de café en ese domingo lento que ambos vivíamos a mucha distancia. Lo comencé a tratar siendo secretario nacional de Comunicación del Partido Socialista Francés y luego más tarde cuando llevaba la política de comunicación de Lionel Jospin, cuando este era primer ministro.

Valls se sentía muy francés, pero también muy español. Sus raíces eran más que sus raíces y recuerdo cuando yo le comentaba que mi padre, como el suyo, había nacido en Barcelona. Eso hizo que encontráramos entonces puntos en común y que él, un gran analista de la política, se soltara cuando hablaba conmigo. Eran tiempos, como casi siempre en la escena pública francesa, de imprevistos y oscilaciones. Valls me hablaba de la política de Jospin con auténtico fervor y emoción. Un momento en que un primer ministro socialista tomaba la decisión de privatizar muchas de las grandes empresas públicas de los sectores más estratégicos, desde las comunicaciones hasta el transporte aéreo, pasando obviamente por la banca. Una época de la socialdemocracia más centrada con una visión que ya atisbaba por dónde iría la plasmación programática futura de aquel joven Manuel Valls.

Y siempre España y siempre Barcelona y Cataluña. No perdía nunca de vista la Generalitat, a Jordi Pujol y su relación con el Gobierno de Madrid. Observaba Valls cómo entonces gestionaba sus apoyos a la política que se cocía en el Palacio de la Moncloa en aquellos tiempos de pactos con José María Aznar.

Por eso no me sorprendió su evolución posterior y especialmente su irrupción actual en el escenario público catalán y su opinión clara sobre el procés. Aquel gestor de la política de comunicación socialdemócrata -luego primer ministro de la vecina República, evolucionado ya más recientemente a posiciones coincidentes con Macron y ahora a punto de tomar tierra en las pistas convulsas de la escena barcelonesa- siempre fue un tipo agradable, gentil, conversador intenso y moderado. Esto último claramente en cualquier momento de su biografía política.

A mí me regaló aquellas largas conversaciones de domingo en las que yo trataba de tener claras mis ideas para después trasladarlas, en forma de propuestas o de mapa de situación, al que entonces era mi jefe. Iñaki me preguntaba y yo le respondía basándome en una fuente de prestigio y con una posición de oteador de la realidad internacional indiscutible.

Hoy Valls está a punto de tomar tierra en su itinerario sin fin en una nueva etapa. Seguro que podrá demostrar su experiencia de gestión, negociación y talante. Falta le hará todo ello para conseguir sus objetivos.