El drama de Brasil

Miguel-Anxo Murado
Miguel-Anxo Murado EL MUNDO ENTRE LÍNEAS

OPINIÓN

Joédson Alves

07 abr 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

En un país aquejado de corrupción estructural, como es el caso de Brasil, los esfuerzos por erradicarla pueden tener un efecto paradójico: que los propios corruptos se valgan de las leyes para borrar de la vida pública a sus rivales. Es, en parte, lo que ha sucedido con Lula da Silva. No hace falta creer que el ex-presidente es inocente -con casi toda seguridad, no lo es- para creer que es víctima de una maniobra política. No es que su condena sea injusta -que probablemente lo es- sino que son los políticos quienes lo han puesto en el punto de mira de los jueces; políticos tan corruptos como él o más. Ese es el drama de Brasil: piensa que tiene que elegir entre corrupción y democracia. En realidad, no hay tal elección: ambas se encuentran tan enredadas que es difícil acabar con una sin acabar con la otra.

Detrás de la caída de Lula está, en gran medida, el actual presidente Michel Temer, que ya logró en su día la destitución de Dilma Rousseff por corrupción -de nuevo, los cargos son creíbles. Pero el propio Temer está envuelto en escándalos similares, en realidad en los mismos escándalos, y él mismo se ha librado por muy poco de un proceso de destitución. Ahora insiste en que no se presentará a las elecciones, pero eso está por ver. Con Lula en la carrera, Temer no tenía ninguna posibilidad. Las encuestas le daban al líder izquierdista un 36 % de apoyo y una sólida ventaja de diez puntos sobre el segundo, el militar ultraderechista Jair Bolsonaro. Ojo, porque esto no significa que Lula fuese a ganar con toda seguridad la segunda vuelta. El 40 % de los brasileños afirma que nunca votaría por Lula, con lo que no se puede descartar una sorpresa «alla Trump» y que llegase al poder el pintoresco Bolsonaro. Pero el caso es que, sin Lula, se abre un terreno en el centro para un candidato moderado del sistema, como el propio Temer o alguien afín, cuyo objetivo primordial sería la muy polémica, y repetidamente aplazada, reforma del sistema de pensiones. Ese es el asunto que está bajo la almohada de esta contienda.

Todo dependerá de cómo se plantee la izquierda las presidenciales. Lula dará su apoyo a algún candidato de su partido, pero su unción no tendrá la misma fuerza que su presencia. Como ya hizo en 2014, Marina Silva puede dividir el voto de la izquierda y, si hay una pelea por la sucesión de Lula, la derecha tendría aún más posibilidades. Se ha dicho que estas son las elecciones más importantes en la historia democrática de Brasil desde 1985. Es posible. Lo que está claro es que son las más inciertas. Las perspectivas económicas, de momento, son relativamente buenas, pero el fantasma del gran bache económico de 2014 sigue ensombreciendo los pronósticos. Desgraciadamente, una vez más, unos comicios que podrían servir para regenerar la vida política de Brasil, pueden acabar en más de lo mismo: una lucha por el poder por juez interpuesto.