El comercio al por menor se enfrenta a numerosos problemas, pero de todos quizás el mayor es que en los últimos años, y debido a las políticas de incentivos para emprendedores, se ha convertido en un sector refugio en el que los parados hallan una salida laboral. Las bonificaciones de cuotas, con la tarifa plana de 50 euros, suponen una ayuda útil, pero solo a corto plazo, porque tienen una duración limitada y no sirven para estabilizar un negocio. A estas altas bonificadas que se refugian en el comercio yo no las consideraría de emprendedores, sino mero autoempleo. Es cierto que estos incentivos favorecen la apertura de negocios, y tienen su reflejo en las altas en la Seguridad Social, dentro del régimen de autónomos. Pero para ponerse al frente de un comercio hace falta preparación, y un proyecto bien armado y bien pensado. Un plan de negocio sobre el papel lo aguanta todo, pero la realidad es otra cosa bien distinta.
Luego está el nuevo escenario de mercado al que toca enfrentarse. Para competir con Amazon y otras plataformas de venta on-line hay que ser muy competitivo y, aun siéndolo, los márgenes son cada vez más reducidos. A esto hay que sumar la desregulación de las rebajas. Los períodos de ofertas han cambiado y el comercio está obligado a mantener promociones de forma continua si quiere vender. ¿Cómo competir? Hay que tratar de ser distintos a lo que ofrecen los grandes competidores, y eso se consigue añadiendo valor al producto que se quiere vender, tanto en la atención al cliente como en la posventa. La clave está en la diferenciación, y en huir de los modelos de negocio o franquicia con una barrera de entrada baja, porque acabarán saturando el mercado con la misma oferta.
En Galicia no hay que olvidar que nos enfrentamos además a la falta de continuidad generacional. Muchos negocios cierran por jubilación y no hay quien siga adelante con ellos porque no dan beneficios. Es necesario repensar las ayudas y adecuarlas a la situación actual.