anda el patio revuelto con las frívolas declaraciones realizadas por Celia Villalobos sobre la necesidad de ahorrar que tienen los españoles, tras la despiadada descapitalización que perpetró el Estado sobre el cerdito de las pensiones. Lo que viene a decir es que no le demos el dinero al Estado, que se lo gasta. Que ahorremos con planes de pensiones de empresa. Pero cuando se crearon estos planes, hace más de veinte años, para complementar los del Estado, se cayó en la cuenta de que las empresas eran tesoreros poco fiables, pues podían durar menos que sus empleados. Entonces se mandó externalizar los fondos, que se pusieron en manos de bancos y aseguradoras. Villalobos viene ahora a dar marcha atrás. Al tuntún.
Celia Villalobos, la Belén Esteban de la política, disfruta de la vida y no se quiere jubilar. En eso es un poco como Puigdemont, que prefiere ser presidente que presidiario, lo normal. Vive de usted y de mí, y vive muy bien, a pesar de Manolo, que no es más tonto porque no se entrena. Le gusta largar. En el año 2000, por ejemplo -y yo de esto no me olvido- acusó a una madre marroquí de abrigar en exceso a su bebé que con alta fiebre murió en urgencias del Hospital Comarcal de Melilla por falta de atención médica. Celia es de verbo fácil, pero también es alegre como un cascabel. Yo, por si acaso, voy a ahorrar dos eurillos al mes, como recomienda. Y cuando me jubile, la llamo para que me explique lo que hago con el fortunón. Seguro que nos da para una farra con Manolo.