Historias de saldo

Carlos G. Reigosa
Carlos G. Reigosa QUERIDO MUNDO

OPINIÓN

15 ene 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Según el diccionario de la Real Academia Española, la Historia es la «narración y exposición de los acontecimientos pasados y dignos de memoria, sean públicos o privados». Es, pues, la «disciplina que estudia y narra cronológicamente los acontecimientos pasados». Al menos esto es lo que era hasta hace poco, porque ahora la realidad es que la Historia también puede servir para reinventar el relato de lo propio urdiendo argumentos en su defensa. Es así como algunos historiadores catalanes han querido (y quieren) apropiarse de figuras como Colón, Cervantes o Teresa de Ávila, en una maniobra intelectual manifiestamente zafia y artera.

Por poner un ejemplo, en agosto del 2015 se celebró uno de esos congresos en Montblanc (Tarragona), promovido por el Institut Nova Història (INH), cuyo director de investigaciones (y alma máter del encuentro) era Jordi Bilbeny, un intelectual convencido de la falsificación de la historia de Cataluña y de la conspiración del Estado español al apropiarse de hitos tan universales como, por ejemplo, el descubrimiento de América. Porque, según él, Colón no salió de Palos de la Frontera (Huelva) sino de Pals (Gerona) y sus empresas posteriores fueron organizadas, financiadas y protagonizadas por la Corona catalana. Después, el Estado español censuró y manipuló todo tipo de documentos, ocultando la catalanidad de los protagonistas (y no solo de Colón, sino también de Hernán Cortés, Bartolomé de las Casas...) para tener el dominio colonial.

Joaquím Coll, historiador y vicepresidente de la Societat Civil Catalana ha declarado que otorgarle cualquier barniz científico al Institut o Universitat Nova Història es «demasiado generoso». Y añadía: «Es una Historia de aficionados con clara intencionalidad política. Cuando menos resulta chocante que se pueda denunciar una conspiración mundial orquestada por España y que el INH esté desenmascarando… Suena tan absurdo que provoca hilaridad». Según Coll, la historiografía catalana, que «gozaba de gran prestigio en los 70, ha caído en el pozo del romanticismo para intentar romper los vínculos que nos unen con el resto de España y lo ha ido perdiendo» (el prestigio, claro). Y aquí estamos.