Son ilusiones, señor Rajoy

Xose Carlos Caneiro
Xosé Carlos Caneiro EL EQUILIBRISTA

OPINIÓN

30 dic 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

tanto he hablado, y mal, del independentismo catalán, que hoy me toca reconocerle méritos. Un mérito, en realidad. Han sido capaces de crear un sueño colectivo y transmitirlo a los jóvenes: la mayoría de los muchachos entre dieciocho y veinticinco años son independentistas. Ideológicamente tiran a la izquierda: si de joven no eres de izquierdas no tienes corazón, decía Churchill, que de mayor fue de derechas. Pero ignoran que el independentismo partió de una idea astuta de la alta burguesía catalana, la derecha de toda la vida, para obtener mayores prebendas del Estado. El nacionalismo catalán no es un invento nuevo. Se origina tras la revolución industrial y la creación de un tejido económico poderoso. Los empresarios olfatearon su oportunidad de presión y la ejercieron. Pero no fueron capaces hasta los albores del siglo XXI de inocular esta pasión a la juventud. Lo lograron porque unieron sus proclamas, de índole económica, a la idea ética de libertad. Los muchachos compraron de inmediato la idea. En el otro lado, el Estado se cruzaba de brazos e ignoraba el monstruo que se estaba creando.

Cuánto lamento que no exista hoy un Shakespeare para pintar la realidad española. Lo leo con fruición. Escribió: «El hombre que no se alimenta de sus sueños envejece pronto». Y eso es lo que tenemos: una España de viejos de espíritu. No hablo de edades, entiéndanme, sino de actitudes. Mientras los independentistas han construido su sueño colectivo, por disparatado que sea, del otro lado carecemos de entusiasmos e ilusiones: somos viejos. El PSOE de Felipe ofreció el cambio (liberador). Zapatero, en sus principios, la insumisión. ¿Han pensado que ofreció Aznar a la juventud? ¿Y Rajoy? Hasta han permitido que los católicos, el 70 % de la ciudadanía, sean considerados marginales, por no decir anticuados y trasnochados, a pesar de que el catolicismo suministra un sueño mayor que los anteriores: creer en Dios y amar, como a ti mismo, a los semejantes.

El sueño de la independencia permanece porque ha prendido (con mentiras o con lo que sea) en la juventud catalana. Rajoy tendrá que leer a Shakespeare. ¡Y contagiarnos alguna ilusión, por Dios!