Isabel y Jackie

Beatriz Pallas ENCADENADOS

OPINIÓN

17 dic 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Cuando Sarah Lancashire recogió su premio Bafta a la mejor actriz de televisión por Happy Valley, reservó unos segundos de su discurso para dar las gracias a una de sus rivales, la protagonista de The Crown. Admitió entonces que Claire Foy le había hecho pasar las diez mejores horas bajo un edredón de toda su vida. Con la segunda temporada de la serie de Netflix muchos, como ella, disfrutan desde hace unos días de otros diez magníficos ratos entre sábanas con ese retrato histórico y personal de Isabel II que si no es cierto, sí es acertado.

Es difícil ver esta recreación biográfica y no caer rendido de algún modo a la empatía y la capacidad de entender el reto que puede suponer desde el punto de vista humano aprender a ser cabeza visible de la primera monarquía del mundo cuando faltan la preparación para el puesto, los estudios y también las ganas de destacar. Las contradicciones e inseguridades de esa monarca por cuyas venas fluye el hielo se reflejan muy bien en el capítulo en el que la reina conoce a JFK, y en especial a su mujer, Jackie, la familia real norteamericana. Isabel II se prepara a conciencia para recibir a la que pasaba por ser entonces la mujer mas glamurosa e inteligente de la Tierra, con la que todo el mundo quería sentarse a la mesa. No se resignaba a ser una segundona en atención mediática, así que apostó por aprender de ella durante un paseo por el palacio de Buckingham entre la galería de cuadros de sus pentaabuelos. Así descubrió el arte de potenciar su imagen pública y dar importancia a los gestos que aplicó en su propia vida. Con ella asimiló también que toda pompa rutilante tiene su lado oscuro.