Nueva advertencia. Mejora la economía, hemos recuperado la cota de actividad de antes de la crisis, va bajando -con mucha lentitud, bien es cierto- el paro y el riesgo de pobreza, pero seguimos siendo campeones en las clasificaciones de la desigualdad. Si en la Unión Europea el 20 % que más gana quintuplica los ingresos del 20 % que menos fondos tiene, aquí, en España, esa proporción es de seis veces y media. Y no mejora, pese a que, como tanto le gusta destacar al Gobierno, crezcamos más que nadie.
La desigualdad de rentas sigue en niveles críticos, el abandono escolar duplica las cifras de la UE y el gasto social registra una baja eficacia en el objetivo de reducción de la pobreza.
Una plataforma que aglutina a varios centenares de organizaciones y movimientos sociales reconoce que se registran tímidos avances en el primer año de gobierno de esta legislatura, como el pacto que permitió una subida del salario mínimo del 8 % tras una larga congelación. Pero poco más. La iniciativa legislativa popular avalada con 700.000 firmas que proponía una modesta prestación para cerca de dos millones de familias que ingresan menos de 5.837 euros al año sigue esperando turno en la mesa del Congreso de los Diputados.
Por mucho que nos machaquen los oídos con resonantes datos de crecimiento, un país en el que jóvenes doctores con brillantes tesis doctorales no han conocido otro empleo que una sucesión de precarios contratos de becario, en el que científicos pueden llegar a los 50 años investigando proyectos de alto nivel pero siempre con contratos temporales; en el que, pese a lo que se promete en los programas electorales, apenas hay avances en la lucha contra el fraude o en el camino hacia una fiscalidad más justa y eficaz, tiene muy poco de que presumir y un futuro más que incierto. Aunque a una minoría de privilegiados les vaya de cine.