Votar Podemos es votar independencia

Gonzalo Bareño Canosa
Gonzalo Bareño A CONTRACORRIENTE

OPINIÓN

JuanJo Martín | EFE

07 nov 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Cuando en el año 2014 irrumpió en la escena política española una nueva fuerza fundada por profesores universitarios de militancia comunista, líderes de movimientos okupa y antisistema, representantes de la ultraizquierda anticapitalista y asesores a sueldo de los gobiernos bolivarianos de Latinoamérica, pocos podían esperar que tres años después ese partido, Podemos, acabaría convertido en aliado de la cleptocracia catalana representada por una oligarquía que durante décadas, desde Jordi Pujol a Xavier Trías, se ha dedicado a saquear las arcas públicas de Cataluña y a ocultar los beneficios de sus mangancias en paraísos fiscales para no pagar a Hacienda.

Pocos podían prever entonces que los que llegaban con el mantra de acabar con «la casta», la promesa de actuar como «escobas de la corrupción» y el compromiso de mejorar la vida de los más pobres, acabarían olvidando ese discurso para situar como eje de su estrategia la ruptura de la unidad de la nación y la defensa del derecho de los catalanes a decidir separarse de España para no sufragar con sus impuestos los derechos más básicos de ciudadanos desfavorecidos de otras comunidades. Pero así es. La depuración del líder de Podemos en Cataluña, Albano Dante Fachin, es solo el último episodio de la forma estalinista de entender la política que tiene Pablo Iglesias, que le ha llevado a ir borrando de uno en uno a todos los que estaban con él en la foto fundacional del partido y a liquidar a cualquiera que le desobedezca. Pero convendría no confundir la laminación de un exaltado como Dante Fachin, enésimo tonto útil del separatismo catalán, con un posicionamiento de Podemos en contra de la independencia o en defensa de la legalidad, la Constitución y la unidad de España. Al contario, la intención de Pablo Iglesias es poner a Podemos al servicio de los comunes de una Ada Colau que, al igual que él, esconde detrás de su calculada ambigüedad la aspiración de aprovechar el vacío de liderazgo que crea el encarcelamiento de Oriol Junqueras y la fuga de Carles Puigdemont para ganar votos enarbolando el discurso de la España franquista que sojuzga a los catalanes.

Pero nadie debería llamarse a engaño por los circunloquios y los juegos de palabras de Iglesias y Colau. No existe la más mínima duda de que si el independentismo oficial no alcanza la mayoría absoluta por sí mismo en Cataluña, gobernará gracias al apoyo de Iglesias, Colau y su candidato, Xavier Domènech. Resultan por eso absurdas las quinielas electorales que sitúan en un bloque al independentismo (PDECat, ERC y CUP) y en otro a los no independentistas (Ciudadanos, PSC, PP y Catalunya en Comú). En las elecciones del 21 de diciembre no hay más bloques que el de los que defienden la ley, la Constitución y el Estado de derecho y el de aquellos que apoyan el golpe independentista o aspiran a ser sus socios preferentes. Y Podemos está en el segundo. Por ello, todos deben tener claro a estas alturas que cada voto a Catalunya en Comú el 21-D es un voto a favor de la independencia.