He aquí un puñado de representantes del bien, según la versión teológica de Oriol Junqueras. Están en la sede de ERC (sillas vacías, lazos amarillos) lamentando la ausencia de su líder y otros diputados encarcelados, y de paso fijando estrategia electoral. La cosa es ir de víctimas agachando la cabeza, llámese esa cabeza Rufián (que ya es ganas de llamarse) o se llame Tardá. En el manual del procés siempre está presente el victimismo, del nos roban al nos odian, pasando por el nos pegan y el nos persiguen, hasta el nos encarcelan por nuestras ideas, a ver si alguien, aquí o en Bruselas, muerde el anzuelo (aquí, ya sí, y a conciencia: Iglesias y Colau). Lo dijo Junqueras desde el presidio, a donde por cierto fue enviado por poner en jaque la democracia: se trata de un combate entre el bien y el mal; siendo el mal (su concepto del mal) los partidos que respetan las leyes. La idea del bien y el mal no es original, está en muchas religiones. La novedad aquí es que Junqueras ha puesto fecha al día del juicio final. Será el 21D, como manda el Consejo de Ministros. Es evidente que estos teólogos de la liberación de Cataluña se mueren por las urnas. Y no por las chinas. Por las genuinas: su supervivencia depende de ellas. Eso lo saben hasta los congresistas Rufián y Tardá, que pagan la luz y el agua, y el móvil, con dinero del Estado español. ¿Nos pegan? Sería más correcto, más honesto, decir nos pagan.