El aplauso que mató la autonomía

César Rodríguez Pérez
César Rodríguez JUEGO DE TRONOS

OPINIÓN

28 oct 2017 . Actualizado a las 09:23 h.

Contra viento, marea y razón, los independentistas quemaron las naves y proclamaron, de forma confusa, torticera y -por qué no decirlo- cobarde, la independencia en el Parlament. Y muchos aplaudieron.

Se pusieron de pie los mismos que llamaron el jueves traidor, fascista y judas a Puigdemont por abrir la puerta a que votaran todos los catalanes en urnas legales. Pero esta vez lo jalearon como si fuera un padre de la patria por imponer los postulados intransigentes de una minoría numerosa, ruidosa, movilizada y subvencionada, pero minoría al fin y al cabo (nunca han tenido mayoría de votos). Y eso no es democracia. Al menos no como la entendemos en Europa occidental. Por eso la república catalana, supuestamente legitimada por un seudorreferendo ilegal y precocinado, tiene el mismo reconocimiento internacional que Chiquitistán o la Libertonia de los hermanos Marx. Y solo cuenta con el respaldo de ultras como Farage, de oscuros activistas como Assange o de líderes como Maduro. Ellos y los enemigos de la Unión Europea son los únicos valedores del procés.

A estas alturas no valen las equidistancias. Tampoco ese buenista reparto de culpas que sitúa en el mismo plano a Rajoy y a Puigdemont. Es una falacia. Los hechos son los que son. El president, Junqueras, Forcadell y resto de popes indepes se han colocado fuera de la ley -y han despreciado todas las advertencias- y han puesto a Cataluña en una encrucijada muy peligrosa. Aunque tal vez la historia alternativa soberanista los convierta en héroes, la Historia será inmisericorde con ellos.

Han provocado una fractura social que costará mucho tiempo reparar, un terremoto político que ha puesto en peligro a muchas instituciones y un grave quebranto económico que afectará al conjunto de España, pero que sobre todo empobrecerá a los catalanes. Y también han herido de muerte algo que, dada su ideología, deberían de tener en muy alta estima: la mayor cota de autogobierno que nunca ha disfrutado Cataluña. Ellos no pagarán un epitafio, pero si lo hicieran, diría: «Así expiró la autonomía, con un estruendoso aplauso».