Un quiero y no puedo

Iago Pereiró GRADUADO SOCIAL DE CARUNCHO, TOMÉ Y JUDEL

OPINIÓN

26 oct 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

La nueva Ley de Reformas Urgentes del Trabajo Autónomo persigue «facilitar la cotización y reducir sus cargas administrativas», ya que el colectivo al que afecta carece de unos ingresos fijos y estos «son inciertos y variables en el tiempo, como lo es su actividad emprendedora». Algunas de sus medidas serán efectivas desde hoy, pero las que más se esperan desde las asociaciones de autónomos, como la ampliación de la tarifa plana, la reducción en los recargos o la deducción de los gastos, entrarán en vigor el próximo 1 de enero.

En este escenario, nos encontramos ante una serie de reformas urgentes que, en la práctica, ni son reformas ni son urgentes. La tan esperada ley de autónomos parece que se puede quedar en un quiero y no puedo, si nos atenemos a lo que nos han venido anticipando los partidos políticos que han apoyado su tramitación en el Congreso; o en un brindis al sol, si acudimos a las pretensiones que han exteriorizado las principales asociaciones representativas de dicho colectivo.

Las medidas promulgadas en el texto legal publicado ayer en el BOE están encaminadas a que haya más autónomos, fomentar su empleabilidad y la jubilación activa y flexibilizar trámites y regulación. Pero, en la práctica, no suponen más que pequeños apaños y están enfocadas más a ganar contribuyentes que a mejorar las condiciones de los ya existentes.

Estamos lejos del resto de los países de nuestro entorno en cuanto a cuestiones como la cuota a pagar, que parece que hay consenso en que debe ser proporcional a los ingresos. Que si un mes no he podido facturar, o al menos no he alcanzado unos mínimos, no tenga que seguir pagando un pastizal en forma de recibo de autónomos. Que no tenga que adelantar facturas en las declaraciones trimestrales cuando apenas tengo claro que me las vayan a pagar.

Está muy bien bonificar las nuevas altas, pero hay un colectivo muy amplio que lleva años peleando con la crisis sin la ayuda de nadie. Todo esto ha dejado a los pequeños empresarios y a los profesionales con un regusto amargo, obligándolos a no cejar en su lucha. La falta de peso específico de este colectivo hace que, pese a ser tan numeroso, sus plegarias no sean atendidas.

Miremos a nuestro entorno y hagamos nuestras las políticas que son efectivas en otros países europeos. Al menos, van surgiendo iniciativas, como la primera Asociación Europea de Autónomos, de reciente creación, que pueden levantar puentes encaminados a mejorar las condiciones de este pilar tan importante de nuestra economía.