Ecofatiga

María Xosé Porteiro
María Xosé Porteiro HABITACIÓN PROPIA

OPINIÓN

16 ago 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

No se aprecia especial alarma ante el imparable crecimiento de hectáreas quemadas que precisarán otros mil años para regenerarse, y aunque lloramos con el incendio de Pedrógão, tampoco parecen preocupar demasiado las intenciones de la mayor pastera portuguesa, Navigator, de expandirse, Miño arriba, ante la limitación de eucaliptales en el país vecino. 

La intencionalidad frecuente está constatada y confirmada desde instancias oficiales, con picos de actividad en días y horas concretos para dificultar la vigilancia y la reacción inmediata de los medios antiincendios. Incluso se asume con normalidad la pérdida de vidas humanas entre los efectos colaterales que vienen en el mismo paquete estadístico. Como también está asumida la relación entre el uso agresivo e intensivo del monte para actividades industriales que fuerzan su degradación, lo cual no ha impedido la permanencia de Ence en Pontevedra hasta el 2073.

Plácido Baamonde, subdirector xeral de Defensa contra incendios forestais desde 1991 hasta 1995, recordaba estos días en las redes las causas y motivaciones por las que se prenden fuegos en los montes, y lo hacía para demandar que se haga pública toda la realidad que subyace en tantos incendios, recurrentes y previsibles en cuanto el verano hace acto de presencia. Sumarnos a su petición de altura moral e histórica para afrontar el problema a corto, medio y largo plazo, tal vez nos ayude a despertar y recuperar un mínimo nivel de corresponsabilidad con lo que está ocurriendo: una grave amenaza social, económica, política y ambiental ante la cual hay que tomar decisiones históricas. Dice Baamonde que «de no hacerlo así, la destrucción del territorio se irá acentuando con el cambio climático», y yo añado que pasaremos a la historia como unos descerebrados.

Personalmente, esta moda naíf de asimilarnos a California, con un simpático hallazgo léxico, Galifornia, me preocupa bastante. No parece sensato seguir alimentando el despropósito de nuestra aproximación al paisaje australiano o a la climatología propia de otras latitudes. Hablar de medio ambiente supone abordar cuestiones económicas pero requiere un planteamiento ético y un compromiso más necesario cada día que pasa, a pesar de la sensación de cansancio que se percibe en buena parte de la sociedad ante el discurso ecologista. No es raro que así ocurra, porque la moda de lo ecológicamente correcto ha llegado para quedarse al mundo del márketing empresarial, que vende una vida mejor al tiempo que consolida modelos caducos de explotación de los recursos. Al final se genera descrédito por la instrumentalización de los argumentos y llega el cansancio por el esfuerzo militante que requiere tanta reacción para asimilar o apropiarse del mensaje hasta hacerlo inútil. Eso que los sociólogos llaman la ecofatiga.

Hablar de medio ambiente supone abordar cuestiones económicas, pero requiere un planteamiento ético y un compromiso más necesario cada día que pasa