Unigénito imperátor

Manuel Blanco Desar
Manuel Blanco Desar EL SÍNDROME G

OPINIÓN

06 ago 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Dos recientes noticias nos recuerdan hacia dónde vamos. El anciano hallado momificado en Cambre tenía un hijo que ni se enteró de su muerte. Extraño en la era del omnipresente teléfono. Casi a la par, un extraordinario magistrado, con un no menos extraordinario sentido común, nos narra en una inusual sentencia cómo un crío de 11 años puede tener un móvil que cuesta más que el salario mínimo interprofesional y que denuncia a su madre por darle un sopapo corrector de su soberbia holgazanería. En ambos casos, los progenitores fueron o son aparentemente gente sin problemas económicos. Como contraste, en abril pasado un marinero de Combarro de 56 años moría ahogado y dejaba cinco hijos, uno de los cuales naufragó con él, asistiendo impotente a la muerte del padre, con el terrible pesar de no poder salvarlo. Además de padre de cinco hijos ya era abuelo, y al parecer se desvelaba en especial por una de sus nietas, ingresada en un hospital a causa de una grave dolencia. 

Gosta Esping-Andersen es un sociólogo danés, al que descubrí estudiando ciencias políticas. De eso ha pasado mucho tiempo, pero en los últimos años me han llamado la atención las verdades del barquero que deja caer sobre el negro panorama social y demográfico español, que ha analizado desde su atalaya de la Universidad Pompeu Fabra. Tal vez por ser danés pueda ver fenómenos españoles que los españoles no quieren ver, y menos, contarlos. Entre ellos, la impresionante ascensión de los unigénitos en la raquítica fecundidad española. En España hay muchas más parejas con un único hijo que en el resto de Europa. Son 3 de cada 10, según él, y creciendo. Si además analizásemos los ingresos de sus progenitores nos llevaríamos una profunda sorpresa y, de paso, destruiríamos algún mito.

Pero aquí no se trata de demostrar que la unigenitura esté más relacionada con la mayor renta de los progenitores que con la menor renta. Para eso bastaría con bucear en los datos de la Tesorería de la Seguridad Social y de las mutuas de funcionarios. Se trata de preguntarnos qué será de la solidaridad en una sociedad dominada por sucesivas cohortes de unigénitos, más capitalizados que aquellos que tienen hermanos. El Partido Comunista Chino lo hizo y lo que encontró no fue de su agrado, por lo que ha abolido la política del hijo único. El futuro es una incógnita, y hay malas personas hasta en el seno de las familias numerosas. Pero una cosa es cierta: con la extensión de la unigenitura, la fraternidad, que es el estadio superior de la solidaridad, se resentirá severamente. Los unigénitos ignoran la fraternidad en su estado originario y lo que esta comporta. No es culpa suya, desde luego. Ahora bien, si creamos y criamos emperadores domésticos, atengámonos a ciertas consecuencias, en especial en cuanto al sentido de las obligaciones hacia los demás.