Unas veces se gana, otras se aprende

MIguel Juane LÍNEA ABIERTA

OPINIÓN

15 jul 2017 . Actualizado a las 10:13 h.

Anadie le gusta perder y habitualmente existe muy escasa tolerancia a la frustración cuando algo se tuerce o no resulta como esperábamos. Casi nadie asimila la derrota como una oportunidad para corregir errores, para reinventarse, para subsanar aquello que deviene necesario afinar, pulir.

Grandes deportistas reconocen que son lo que son o lo que han sido por los fallos que han tenido, por la superación que han debido de afrontar ante las adversidades que les han surgido en su trayectoria profesional. Hace escasas fechas, un entrenador de baloncesto recordaba que el mejor triplista del mundo, en competición, falla más que acierta, es decir, que ni siquiera llega al cincuenta por ciento de éxito en los lanzamientos que asume durante una temporada deportiva.

Y no solo en el deporte. ¿A cuánta gente conocemos que le ha ido mal en la vida y que luego ha sabido remontar, precisamente porque han perseverado, porque han aprendido de sus errores, de las derrotas? En muchos países se critica más al que no lo intenta que al que falla, porque todos entienden que el riesgo es parte del aprendizaje aunque, en muchas ocasiones, si no se controla o se gestiona mal, puede producir enormes sinsabores.

Cuando una persona afronta procesos de selección, pruebas de acceso al trabajo, cuando emprende un proyecto profesional, o si toma una decisión que implica la renuncia a otras opciones… en muchas y muy distintas ocasiones todas las experiencias acumuladas, incluso los rechazos, la confirmación de las adversas expectativas, etcétera, suman y ayudan a crecer, a construir una persona mejor, un profesional más capacitado.

Términos como perdedor, fracasado o derrotado deben ser erradicados para referirse a personas que luchan y que se esfuerzan cada día, que arriesgan, que ponen todo de su parte para progresar, aquellos que generan ilusiones y esperanzas, quienes pretenden ser mejores, los que quieren hacer bien aquello a lo que dedican grandes esfuerzos y que, en definitiva, procuran hacer un entorno más favorable para sí y para la sociedad en la que están integrados.

Si se enfocan bien, la derrota deportiva, el fracaso profesional, en definitiva, el revés en la labor acometida, pueden ser revertidos y aprovechados como experiencias vitales que nos permitirán ser más fuertes, más competitivos, más expertos, mejores. Y todo ese bagaje nos debe hacer crecer si analizamos los porqués, si pensamos en positivo y si no desfallecemos ante la adversidad. Porque unas veces se gana y otras se aprende, nunca se pierde.