La misión imposible de Macron

Fernando Salgado
Fernando Salgado LA QUILLA

OPINIÓN

09 may 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Hay dos Francias. La Francia de las clases medias en declive, cabreada por el paro, víctima de la desindustrialización, añorante de la perdida grandeur, decepcionada con Europa. Y la Francia satisfecha y oronda, burguesa y liberal en lo económico, beneficiaria de la globalización. Christophe Guilluy, que es geógrafo, reparte el territorio entre ambas Francias. La primera ocupa el este del mapa, la periferia de las pequeñas ciudades, las áreas rurales; la segunda impera en el oeste y en las grandes urbes. La primera, frustrada con Hollande y los socialistas, vota a Le Pen o Mélenchon. La segunda, desencantada con Sarkozy y los republicanos, buscó una cara nueva y colocó a Macron en el Elíseo.

¿Y ahora, qué? ¿Será capaz Emmanuel Macron de soldar la fractura que escindió Francia en dos mitades? «Pelearé con todas mis fuerzas contra la división que nos debilita y abate», dice. Pero él sabe también que, para suturar esa brecha, cerrar el paso a la ultraderecha y evitar el riesgo de un frexit, se precisa «reformar profundamente la UE y nuestro proyecto europeo» y «restablecer los vínculos entre Europa y los ciudadanos». Solo si los franceses vuelven a creer en Europa -cuando «dejen de tener motivos para votar a los extremos»- conseguirán cohesionar su país. Esa reconversión parece sumamente difícil si nos atenemos a los antecedentes: más de la mitad de los franceses votaron en contra de la Constitución europea en el 2005, dos tercios de la población es crítica con Alemania, casi el 70 % rechazó la pasada primavera la reforma laboral bendecida por Bruselas. A Francia no le gusta el diseño de Europa, pero sin Francia la Unión Europea se derrumba. Esa es la cuestión.

Dependemos del proyecto europeísta de Macron, de su éxito o de su fracaso. Y debo confesar que no soy especialmente optimista. En primer lugar, porque los precedentes inducen al escepticismo. Nicolás Sarkozy prometió refundar el capitalismo cuando arreció la crisis y acabó por alimentar los estómagos insaciables de los mercados financieros. François Hollande iba a liderar la insumisión contra la dieta de austeridad impuesta a los países del sur y acabó por aplicar las recetas draconianas en su propio país. ¿Hay motivos para pensar que con Macron, a quien alguien definió como un liberal de corazón socialdemócrata, será diferente?

En segundo lugar, pongo en duda la voluntad reformista de Macron, tal vez mero subterfugio o barniz para ganarse el favor de los euroescépticos. La calculada ambigüedad del discurso del exbanquero -¿qué reforma concreta de la UE propone?- no ayuda a disipar la sospecha.

Finalmente, aunque esa voluntad existiera, parte de una posición extremadamente débil. Fue aupado a la presidencia con menos de nueve millones de votos propios, once millones de votos anti-Le Pen prestados y más de cuatro millones de votos en blanco o nulos. Político sin partido, corre el riesgo de ser engullido, en las legislativas de junio, por los gaullistas de siempre. Liberales como él, pero sin corazón socialdemócrata.