Ofensas

Jesús Merino LÍNEA ABIERTA

OPINIÓN

05 abr 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

No sé si esta característica es propia de la especie humana en general o de la hispana en particular, pero el caso es que somos muy quisquillosos. Solemos andar con las antenas atentas a cualquier cosa que los demás hagan o digan para, acto seguido, mostrarnos indignados y ofendidos ante la vileza de semejante conducta. Da igual que se trate de política, deporte o de una plaza de aparcamiento... el infierno siempre son los otros.

Y si ya es bastante triste esta tendencia, lo es más que las leyes y quienes las aplican dediquen tantas energías a ocuparse de los sentimientos agraviados. Con la que está cayendo creo que hay suficientes conductas sospechosas como para andar husmeando por las redes sociales a ver qué ocurrencias molestas encontramos.

Leo que se ha admitido a trámite una denuncia a propósito de un cartel de carnaval que ofende la sensibilidad religiosa de una respetable ciudadana. Quiero pensar que será archivada, pero me inquieta el hecho de que se haya dedicado un solo minuto de la maltrecha Administración de Justicia para tal fin.

Desde que existe constancia escrita, los humanos nos hemos burlado unos de otros, y hemos hecho mofa de lo terrestre y lo divino con toda tranquilidad. Asumo que cuando es uno el objeto de la chanza es posible que rasque. Y, cuando eso ocurre, es muy saludable aplicarse esa máxima que atribuyen a los sabios toltecas de no tomarse nada como personal.

No conozco nada humano que no sea susceptible de una mirada satírica. El propio Freud, que era un tipo serio, ya nos alertó sobre la relación entre los chistes y el inconsciente. Dejemos que escapen algunos de nuestros demonios interiores a través de la risa, y ocupémonos de las cosas que de verdad importan.