La semana pasada se celebraron elecciones para lograr un gobierno formado por los dos partidos que se disputan el poder en el territorio británico de la isla irlandesa: los unionistas protestantes, que quieren seguir dentro del Reino Unido, y los republicanos católicos, que desean incorporarse a la República de Irlanda. Después de muchos años de lucha terrorista, por fin a finales del siglo pasado, después de un complicado proceso de paz, se firmaron los acuerdos del Viernes Santo, en tiempos de Tony Blair. De inmediato se procedió a unas elecciones gubernamentales, que fueron ganadas con diferencia por los unionistas, y así pronto se formó un Gobierno compartido con mayoría unionista.
Pero el pasado 4 de marzo los republicanos consiguieron un resultado espectacular, aunque se quedaron a tan solo un escaño de la mayoría. Posiblemente el aumento de votos de los republicanos fue debido al brexit, pues quieren seguir en la UE a través de Irlanda. Pero le ha faltado tiempo a la señora May para avisarles que les daba un plazo de tres semanas para formar Gobierno. Pasado ese tiempo, se disolvería la autonomía norirlandesa y el gobierno sería ejercido desde Londres, a través de un ministro nombrado al efecto, tal como hizo en su día Blair. Vemos así cómo los británicos no tienen dudas respecto a cuestiones de gobierno y soberanía.