El tiempo será quien nos descubra si Ciudadanos es una formación política, un coro de voces mixtas o una asociación de amigos de las almendras garrapiñadas. Por lo visto hasta ahora, todo nos lleva a pensar que se trata de un consorcio de intereses con un líder dedicado a justificar sus permanentes alteraciones y contradicciones de promesas y programa.
Desde aquel «no vamos a apoyar ningún Gobierno de Mariano Rajoy», que hizo historia, la existencia de Ciudadanos ha sido una travesía de rectificaciones y desmentidos. Lo que iba a ser no fue y lo que pudo ser, tampoco. Y así ha llegado a una situación que lo coloca a un paso del descrédito absoluto, por mucho que Rivera dedique las veinticuatro horas al día a justificar lo injustificable.
Ahora mismo, C’s tiene un serio problema en Murcia. Se llama Pedro Antonio Sánchez y es un imputado que preside la comunidad, situación que el partido, o lo que sea, dijo que no permitiría. Pero ahí sigue y los populares no parecen dispuestos a apearse del burro. Aunque no solo es Murcia. La lucha contra la corrupción, la reforma constitucional, los aforamientos, la limitación de mandatos, la financiación de los partidos y otras muchas conquistas que situaron como líneas rojas, ahora resulta que son asuntos sin importancia.
Rajoy, que se las sabe todas, ha jugado inteligentemente con Rivera, que es un advenedizo. Y le ha trasladado un problema de credibilidad, de compromiso con sus militantes y electores y hasta de supervivencia. El problema no lo tienen los populares, lo tienen quienes se enorgullecieron de decirnos que con ellos nada iba a ser igual.