Iglesias y Errejón vistos con buenos ojos

OPINIÓN

04 feb 2017 . Actualizado a las 08:59 h.

No es fácil entender la extraña unanimidad del sistema mediático español en cuestiones tan fundamentales como opinables. Y como ejemplo de esta anomalía basta citar las dos etapas que tuvo Podemos en la opinión pública reciente: la del milagro revolucionario, que había herido de muerte al bipartidismo y a la casta, que resultó ser falso; y la del debate entre Iglesias y Errejón, presentado como una pelea de gallos, que también es equivocado. Por eso trato de analizar a mis colegas politólogos con mentalidad de politólogo.

El debate entre Iglesias y Errejón es sustantivo e interesante, ya que, bajo la apariencia de una confrontación por el poder, se discute en qué momento político está España, y con qué modelo ideológico y organizativo se puede participar eficazmente en él. Iglesias sostiene que el proyecto fundacional -antisistémico, callejero, populista y orientado al asalto del poder- sigue siendo el más acertado, aunque le cueste una disminución de su potencial de coalición y una sospecha de que su hipotética llegada al poder equivaldría a una quiebra del sistema político y una confusa confrontación con la UE. Errejón, en cambio, es consciente de que el «asalto a los cielos» ya es pasado, y de que el camino del poder se hizo largo y trabajoso, sin margen para los populismos y la algarada callejera, y con la absoluta necesidad de integrarse en un marco institucional y político llamados a permanecer. Y ese debate, comparado con las regueifas del PSOE, es como ver discutir a Aristóteles con Ronaldo.

La segunda observación es que la lucha por el poder, en el marco de Vistalegre, es consustancial al hecho político y a los partidos, y que descalificar los debates citados por su natural concurrencia con los intentos de controlar Podemos, es una aberración teórica y una deslealtad democrática. Porque no cabe pedirle a una formación recién nacida el nivel de asentamiento que tienen los partidos con cuarenta o cien años de existencia, que ya pasaron por estas etapas, y que conformaron sus ofertas en medio de confrontaciones, refundaciones, espantadas, traiciones y cambios oportunistas a los que regresan todavía con demasiada frecuencia.

Los partidos nacen y se definen como lo hace Podemos, y maduran en medio de apuestas colectivas y personales que nunca están exentas de riesgo. El Podemos de Pablo Iglesias no me atrae nada, y creo que está abocado a sucesivas crisis que lastrarían su futuro. Y el de Errejón, aunque haya arrancado prematuramente, me suena a apuesta inteligente y con futuro, capaz de poner al PSOE ante su crisis existencial definitiva. Pero creo, en todo caso, que el espectáculo que están dando Pablo e Íñigo es de lo más honrado e inteligente que exhibe hoy la política española, y deja en muy mal lugar al sistema mediático que -casi por unanimidad- lo ha descalificado.