Decíamos ayer, hace 135 años

Xose Carlos Caneiro
Xosé Carlos Caneiro EL EQUILIBRISTA

OPINIÓN

07 ene 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Fray Luis de León, y más tarde Miguel de Unamuno, retomaron sus lecciones en la universidad (después de ominosos avatares) con una frase que quedó para el libro de citas del futuro: «Decíamos ayer». Uno y otro fueron contra la corriente para explicar sus verdades y, de paso, iluminar la negrura que les tocó vivir. Tengo la sensación de que el periódico en que escribo desde hace décadas cumple la misma misión: dar luz. No solo hoy, convertido en el cuarto periódico de España con seiscientos mil lectores, sino desde aquel enero de 1882 en que fue fundado por Juan Fernández Latorre. Entonces La Voz de Galicia era un periódico librepensador. En eso no ha mudado. Sigue siendo el libre pensamiento su fuerza motriz y su marca de identidad. La otra, que jalona su nombre, es nuestra tierra. En el amor y agrandamiento de Galicia tiene La Voz su voz.

Lo primero que hago cada día es leer La Voz. Antes que el móvil me anuncie las noticias más destacadas que esa jornada llenan nuestras páginas, yo huelo el periódico, lo manoseo, acaricio y me voy a las palabras. Tengo mis favoritos, pero con ellos no pretendo ninguna pedagogía: porque cada uno tiene los suyos. Pero imagino que no soy el único que lunes, jueves y sábados no puede prescindir de la prosa alta y el raciocinio indócil de Xosé Luís Barreiro Rivas. Domingos, miércoles y viernes no me falta el discernimiento y la sagacidad del profesor Blanco Valdés. A saltos me ilustra desde Madrid Gonzalo Bareño. La contra de los miércoles, a su bola, la enaltece Mariluz Ferreiro. César Casal, cuando lo deja el ahogo diario del trabajo, es un resplandor. Y a Luís Pousa le leo hasta las crónicas de A Coruña, vía Internet, echando de menos que no aparezcan en la edición papel de Ourense. De los periodistas, qué puedo añadir. La Voz los tiene que no solo redactan historias. Las hacen suyas y las escriben con abrillantador: las transparentan. Si no lo cuenta La Voz, no existe. Cada mañana pienso que es mi periódico el que hace que salga el sol y se alumbren, aun en la lluvia, mis días.

Muchas veces he confesado el privilegio que siento escribiendo aquí. Es un honor. Comparto el fulgor de los muertos. De Casares, que es el más reciente entre los maestros, y Cunqueiro. De Josep Pla y Azorín y Otero Pedrayo y Julio Camba. Pero participo también en la historia de mi país y del mundo. Bien contada. Y sin responder ante ningún dueño ideológico, como otros, ni mucho menos a un interés que no sea el de los lectores. Creo que la ideología de La Voz es Galicia. Y creo -como dije- que Galicia y la libertad de expresión son el mecanismo cinético de esta empresa. Lo que nos mueve. A todos y cada uno. Los que firmamos, únicos responsables de nuestra opinión, y los cientos de anónimos que construyen esta gran obra colectiva que pilota un patrón distinto y distinguido: Santiago Rey Fernández-Latorre. Él, a quien nunca nadie ha callado, sigue inculcándonos la importancia del «decíamos ayer». La importancia, rotundamente libre y gallega, de la palabra. 135 años después.