El maldito 13

Carlos Agulló Leal
Carlos Agulló EL CHAFLÁN

OPINIÓN

23 dic 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Los tiempos están cambiando. A Bob Dylan le dan el Nobel de Literatura, y el Gordo de Navidad termina en 13. Casi todo muda, menos el ritual que comienza bien temprano con el soniquete de los niños de San Ildefonso cantando números, continúa con unas celebraciones colectivas un tanto desaforadas y termina con unas enormes sábanas de números que ocultan por un día cualquier noticia de primera plana.

El trece, el número maldito para muchas culturas y ya en tiempos del antiguo Egipto, resulta que no es tan perverso como lo pintan. Al menos ya no lo es para los agraciados con los 640 millones de euros que se llevan los billetes, décimos o participaciones de las 160 series del número 66513. El trece nunca había dado premio en el sorteo más popular, pero la superstición parece también un poco cosa de postureo: es la terminación más demandada por los españoles. Y es, incluso, el nombre que ha elegido más de un administrador de Loterías para su establecimiento en una especie de desafío para tentar a la fortuna.

Pero tan arraigado como el propio sorteo del 22 de diciembre, el mal fario que la tradición otorga al primer número primo después del 12 no se va a esfumar. Ángel Nieto seguirá negándose a pronunciar la cifra de su último campeonato del mundo, entre otras cosas porque si lo hiciese a muchos seguidores del héroe vallecano se les empezaría a caer el mito. Menos gracia tiene eso que dicen que sucede en algunos edificios en los que el ascensor se salta la parada en el piso que hay entre el 12 y el 14. En todo caso, el sorteo de este año, con la maldita terminación, ha recompensado a quienes practican ese gesto chulapo de mojarle la oreja a la suerte jugando al 13.