Voz meiga

César Casal González
César Casal CORAZONADAS

OPINIÓN

20 nov 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Hay algo de Adam Zagajewski, poeta de categoría y eterno candidato al Nobel, en el bardo Pondal. Esa manera de hacer con una miniatura la grandeza. Esa forma de convertir una bandada de caricias en el amor. Lo pequeño no es solo hermoso. Es mucho más. Es lo único que pesa y vale. No abandona mis manos la edición facsimilar de Queixumes dos pinos que La Voz reeditó el 12 de noviembre para conmemorar los 130 años de la aparición del primer libro monolingüe en galego de Eduardo Pondal y el único que publicó en vida. Es un imán. Es una joya, desde la dedicatoria de puño y letra a Emilia Pardo Bazán hasta la errata auda por anda, de esa colección de joyas que es la Biblioteca Gallega y que demuestra lo sólido que es el compromiso de La Voz con el país. A Emilia y a Pondal había que darles de comer aparte. Gigantes. Pondal sabía que su voz era meiga. Así fue capaz de convertir «unha lingua de ferro nunha lingua de ouro», como él mismo sentenció. El año que viene se cumplirán cien años de su muerte en A Coruña y todos los homenajes serán escasos. Habría que resucitar al autor del himno para que vibrase al escuchar cómo se cantaron en los estadios de Riazor y Balaídos durante los duelos Dépor-Celta los versos de «os bos e xenerosos». Fue un espectáculo, que ahí ha quedado en esa videoteca universal que también es Internet y que pone los pelos de punta. El hombre que estuvo en el banquete de Conxo, en las reuniones de la Cova Céltica, tenía un arpa en la garganta. Sabía que la miel del bardo es la melancolía. Cuando la poesía es buena, sucede que no pasa el tiempo por ella, solo la barniza con el millón de dorados que hay en este otoño poderoso en los paisajes de Galicia. Donde Adam Zagajewski dice que «el sol es tierno y delicado», o noso Pondal y su eco inmenso como un arco da vella responde con «vagas brétemas e rumorosos pinos». El mural está en el detalle del pincel. Susurrar es otro camino del grito. En el Sergas tenían que recetar más recitar a Pondal.