Payasos de Halloween

Luis Ferrer i Balsebre
Luis Ferrer i Balsebre EL TONEL DE DIÓGENES

OPINIÓN

30 oct 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Sabía de su existencia. En Estados Unidos hace tiempo que se desplegaron por las calles causando el terror entre la ciudadanía. Suelen ser grupos pequeños o individuos solitarios que aparecen donde menos los esperas y te dan mucho miedo.

Esta semana saltó la noticia de su avistamiento en varios ayuntamientos de nuestro país, en Paderna, Valencia, Badajoz, Zaragoza... pero no tardarán mucho en aparecer, sobre todo por los medios de comunicación, mostrando sus fechorías en las calles, las fiestas, el Congreso de los Diputados, las tertulias televisivas, las manifas...

Después de un año tan tremendo como el pasado no cabía duda de que tarde o temprano acabarían saliendo a la luz. Ya están aquí y vienen para quedarse un tiempo tan indeterminado como la duración de la legislatura que viene. Ya les digo.

Ahora son pocos pero pronto serán legión y los tendremos que sufrir a troche y moche. Al loro, es urgente empollarse el dietario que circula por Internet con las instrucciones a seguir para saber qué hacer cuando aparezcan y nos den sustos de muerte.

Aunque lleguen en el odioso y rentable Halloween no van a parar, porque son nuestros temibles Payasos Diabólicos, que ya están aquí, dispuestos a ponernos la carne de gallina y el trasero como un bebedero de patos.

Hasta la fecha estaban desactivados sin labores de gobierno ni oposición, y han aprovechado este tiempo para coserse los disfraces, las caretas sobrecogedoras y salir a la calle asustándote con sus: «Os vais a enterar», «ahora empieza lo gordo», «seremos payasos tontos -los que llevan una flor en el ojal y te mojan cuando la hueles- pero no tendremos piedad»; «seremos malos aunque vayamos disfrazados de payaso listo -los que llevan la caja para arriba-»... Un canguelo.

Por si fuera poco, la solución que ha dado la Conferencia Episcopal es animar a que los niños en el Halloween se disfracen de santos y santas. Sagrada payasada.

Si los niños quieren jugar con muertos, que se disfracen de estatua del comendador Gonzalo de Ulloa o de Don Juan -¿muerto yo?- o del Capitán Centellas, Inés, Ana de Pantoja o la abadesa de Calatrava y se líen a tortas, se maten y resuciten recitando a Zorrilla. Queda más elegante y es más divertido que disfrazarse de San Luis rey de Francia, que no sabes de qué va. Si los payasos diabólicos se las viesen con Don Juan y Centellas, no sé quién sería más canalla en el combate.

Lo que agobia es pensar la cantidad de veces que nos disfrazamos de payaso y payasa diabólicos -algunos no se quitan nunca la gomina ni otras la flor de mentira- y no nos asustamos de nosotros mismos. Estén preparados.