El equilibrista tranquilo

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

08 oct 2016 . Actualizado a las 14:00 h.

Javier Fernández, presidente de la gestora del PSOE, sigue reclamando mi atención. Es el gran equilibrista de la política española. El equilibrista tranquilo. Está colocando a su partido la idea de la abstención en la investidura con toneladas de vaselina dialéctica. Administra las dosis con la precisión de un laboratorio: miligramo a miligramo, casi sin que se note, pero hoy ya casi nadie duda de que hará posible que haya gobierno antes de fin de mes. Y más todavía: que exige que todo el grupo parlamentario vote abstención, con severas amenazas a quien se salga de la disciplina. Rajoy tiene que estar encantado. La prueba es que esta semana habló más con él que con Pedro Sánchez en todo el año.

No me extrañaría que estuviese funcionado entre ambos un pacto verbal con solo una cláusula: facilitar el viraje del Partido Socialista del no rotundo a la abstención. Ese pacto obligaría a Rajoy a rebajar exigencias, y lo está cumpliendo: de ahí que diga (y lo repitió ayer su portavoz, Soraya Sáenz de Santamaría) que no pone condiciones; ni siquiera el voto a los Presupuestos, que antes sí era una condición de partida. Al mismo tiempo, le permitiría a Javier Fernández dar la impresión de que no ha venido para rendirse ante el Partido Popular: por eso no se compromete a dar estabilidad al Gobierno, sino que ese Gobierno «la debe ganar cada día». El ministro Jorge Fernández Díaz se debe tragar sus palabras sobre la estabilidad. Y el portavoz Rafael Hernando no podrá repetir que no quiere un Gobierno para veinticuatro horas. Y la secretaria general Dolores de Cospedal debe asumir que es válida la «abstención técnica» que tanto rechazó. Todo sea por el objetivo final. Ahora lo prioritario es convencer al militante socialista y virar el trasatlántico del PSOE.

Aun así, ¡qué difícil lo tiene! Ayer mismo, Miquel Iceta envió el recado de que el PSC votará no, como siempre. Hay diputados que no se cansan de repetir ante los micrófonos y las cámaras que no cambiarán su voto anterior, que casi es una cuestión de conciencia. El peligro de gran indisciplina e incluso de escisión sigue ahí, y no está claro si Pedro Sánchez echará una mano desde su destierro político o azuzará el huracán, porque una victoria del no sería su gran venganza. Y no olvidemos las amenazas de Pablo Iglesias a los presidentes que Podemos sostiene en las autonomías, porque este partido necesita elecciones en medio del marasmo del PSOE para convertirse en alternativa.

Conclusión: el PSOE se la está jugando todavía más, pero el presidente de su gestora apunta maneras. Javier Fernández aporta templanza. Si todo le sale bien, habrá puesto la primera piedra de un nuevo Partido Socialista. Y hasta empieza a tener perfil de presidenciable del Gobierno. Por ahora, solo el perfil.