La marcha de Sánchez

Carlos G. Reigosa
Carlos G. Reigosa QUERIDO MUNDO

OPINIÓN

03 oct 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Quizá ya éramos mayoría quienes pensábamos que la ambición de Sánchez estaba muy por encima de su capacidad intelectual para asimilar la triste realidad en la que estaba sumiendo al PSOE. Decía Oscar Wilde que «la ambición es el último refugio del fracaso», y ya estaba claro que Sánchez no se cansaba de fracasar, tapiando así toda salida verdaderamente regeneradora y restauradora a un partido indispensable para la buena marcha del juego democrático en España. Acosado por su fracaso, se dedicaba a silenciar la realidad (nada dijo de los resultados electorales en Galicia y País Vasco). Para Sánchez, la única regeneración posible del PSOE pasaba por su propia victoria, pero este horizonte ya no asomaba por ningún lado. Al contrario, se vislumbraban cada vez más males para el PSOE y, como reacción previsible, más torpezas de Sánchez. Costaba creer que el gran PSOE, que fue grande de verdad, pudiese haber caído en manos de desgarramantas sin altura moral ni política. Era algo muy lamentable y no se atisbaba por ninguna parte una reacción reparadora, dignificante, de altura. Lo cual era inconcebible. ¿Acaso solo tenía la culpa Pedro Sánchez? Aún ahora no me atrevo a asegurar esto. En el PSOE hay mucha gente que no debería haber sido tan consentidora. Es verdad que un secretario general del PSOE acumula muchos poderes. Pero Felipe González, que ganó cuatro elecciones generales consecutivas, no tuvo nunca inconveniente en poner en juego su cargo en el partido si los resultados contrariaban lo que él defendía o aquello por lo que luchaba. Sirvan de ejemplos el abandono del marxismo como ideología oficial del PSOE o la entrada de España en la OTAN. Lo que nos llevaba a preguntar: ¿No ha cosechado Sánchez ya suficientes fracasos para dimitir? Por fin, se ha ido. Y si juzgamos por lo ocurrido, hemos de admitir que esto era necesario. La continuación de Sánchez desfiguraría de tal modo al PSOE que? sería mejor que él se fuese directamente con los suyos a Podemos. Así salvaría a su partido, que tardará en recuperarse, pero se recuperará. Con él, esto no era posible. Repásense los resultados de las últimas elecciones y obsérvese el clamoroso silencio de Sánchez.