Manuales de destrucción

Carlos G. Reigosa
Carlos G. Reigosa QUERIDO MUNDO

OPINIÓN

19 sep 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

No es agradable contemplarlo. Es como si cada partido estuviese elaborando un manual de destrucción política para aplicárselo a sus adversarios. «Ojo por ojo, y el mundo se quedará ciego», advirtió con razón Mahatma Gandhi. Algo así parecen querer conseguir aquí algunos. ¿De dónde han salido los enconados rencores que patrullan el espacio político español, incluidos los separatistas? ¿De dónde ese afán de destruir al adversario? Se respira demasiado odio en unos argumentos que, literalmente, solo parecen buscar la yugular del contrario (para liquidarlo, claro). Se perfuman las frases, pero la verdad es que lo que se dice hiede a rudo encono cainita. Y no debiera ser así. Unos quieren desmantelar España, otros al PP, otros a los podemitas, y luego están los que, como el PSOE de Pedro Sánchez, se dedican a destruirse a sí mismos con incomparable empeño y sin necesidad de la ayuda de contrincantes. Creo que saldremos de esta, porque ya tenemos experiencia, pero también podrían torcérsenos las cosas justamente por la presencia de algunos tuercebotas atiborrados de una ambición ciega.

La ramplonería de los debates, en los que solo brilla la defensa de los intereses propios y la descalificación de los contrarios, está rozando el nivel del patio de un mal colegio. Porque ni siquiera existe ese talento mínimo que requiere cualquier disputa o litigio. En realidad, a veces ni siquiera queda claro de qué hablan. Porque cada uno lo hace sobre lo que más puede dañar al adversario, sin defenderse de lo que este haya dicho sobre él o su partido.

Así avanzamos entre unas disputas desordenadas que nada aclaran, excepto lo que todos quieren: ¡llegar al poder como sea! Por eso se preocupan más de elaborar manuales para destruir al contrario que de ofrecernos programas creíbles, capaces de entusiasmarnos.

Olvidan así que nuestro voto se orienta más por las promesas capaces de atraerlo que por la brillantez de las descalificaciones de los adversarios. Pero mucho me temo que este aprendizaje o descubrimiento quedará para otra vez, es decir, para cuando descubran que dedicarse a descalificar al adversario no es tan eficaz como creen. Es mucho mejor convencer y seducir que insultar.

Pero no estamos en ello.