Galicia como pretexto

Ramón Pernas
Ramón Pernas NORDÉS

OPINIÓN

10 sep 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Manuel Vicent publicó en la revista Triunfo, un celebrado articulo a principios de los años ochenta, que tituló «No pongas tus sucias manos sobre Mozart» y que en resumen contaba lo acontecido a un padre progresista que mientras leía un estudio que su partido, el socialista, le había enviado acerca del paro endémico, soportó ruidos musicales de grupos de rock duro, aullidos casi humanos que salían de la habitación de su hija envueltos en humo de marihuana, acompañados de risas y fragmentos de conversaciones inconexas. De repente saló su hija de la habitación y se dirigió adonde estaba su padre y del anaquel de los discos tomó la Sinfonía numero 40 de Mozart, y en ese momento su padre se levantó de su silla, arrebató el vinilo de las manos de su hija y gritó airado la frase mítica: «No pongas tus sucias manos sobre Mozart».

Mi versión ante lo que estoy leyendo, ante los supuestos infantiles y primarios que las formaciones políticas vierten en consignas y ocurrencias sobre Galicia, es que no pongan sus sucias manos enlodadas de rancio falso progresismo, sobre Galicia, que respeten su silencio de siglos y que sigan el compás para no estragar la partitura.

Sufre Galicia un inexplicable sarpullido que está hurtando el sentido común y alejando las respuestas a sus problemas atávicos.

El partido de los populares ha presentado 1.400 medidas terapéuticas para el viejo país, que como los bíblicos diez mandamientos se resumen en dos, más o menos, o en media docena, que pasan, a mi juicio por recuperar de una vez la autoestima que tenemos por los suelos, reformular el concepto de melancolía, formular un plan urgente para fomentar la natalidad, negar la vocación geriátrica del país, reducir drásticamente el desempleo y dimensionar al alza la cultura deseable del Estado de bienestar. La sanidad y la educación merecen sendos artículos monográficos.

Y ante la avalancha de medidas múltiples veo el desenfoque de grupos políticamente organizados reivindicando una hacienda pública gallega, la implantación de una renta universal, o las mil versiones de la utopía volcadas en el Finisterre con motivo de unas elecciones autonómicas sin vocación de cambiar el mundo.

Y leo la encuesta del CIS y si la demoscopia no es errática una vez más, doy por buenos los resultados escasamente volátiles que reubican a la baja las mareas y dejan asomarse tímidamente a los nacionalistas a las bancadas del Parlamento. Espero que con un PP revalidando su mayoría absoluta, la segunda fuerza sean los socialistas, pues creo que un socialismo consolidado es conveniente para moderar el discurso antisistema que como un viento enloquecedor se está extendiendo entre el electorado gallego y español.

Yo duermo generalmente bien todas las noches, pero dormiría aún mejor si cabe, si los resultados de la encuesta del CIS resultaran proféticos y más aún si fueran extrapolables a unos terceros comicios generales en el Estado español. Dice el aserto popular que a la tercera va la vencida. Mal asunto hablar de vencedores y vencidos cuando la tarea es común, se llame Galicia o España, pero que ambos conceptos de matria y patria no sean solo un pretexto que nos haga recordar que nadie debe poner sus sucias manos sobre Mozart. ¿O no?