Siempre he defendido la prevalencia de la obra artística por encima de su autor. Por eso escribí la biografía de Borges (para vencer los prejuicios que aún existen sobre él), a quien repudia todo el correccionismo político. Por eso me he declarado de Cunqueiro desde el primer momento, incluso cuando algunos censuraban su pasado «franquista». También soy de Risco y de Camilo José Cela, que eran de derechas (o no). El viaje al fin de la noche de Celine me parece una obra maestra indiscutible, aunque conozco sus opiniones antisemitas y sus nauseabundas adhesiones políticas. No dejan de sorprenderme columnistas como Ruano o Julio Camba. Wenceslao Fernández Flórez me parece un escritor fascinante. Y el «falangista» Torrente es uno de los grandes novelistas del siglo XX. Sobre estos asuntos he escrito en alguna ocasión y hoy quiero reivindicarlos: importa la obra, la obra permanece, la obra vale.
Sucede que no todo el mundo piensa como yo. Especialmente la verdadera cultura oficial, que es la que pertenece a eso que denominan progresismo. He dicho más de una vez que la cultura en España, y especialmente en Galicia, es de izquierdas y nacionalista o no es. Aquí es muy difícil defender a artistas que no piensen como la mayoría de artistas.
Si eres conservador (como yo), católico (como yo) y provinciano (como yo) todo resulta más difícil. Conservador, católico y provinciano: he aquí mi exacta descripción. Dejemos de hablar de mí. Volvamos a la cultura. Digo que aquí se ensalza lo mediocre, si es políticamente correcto, y lo excelso se dilapida si pertenece a flanco derecho del pensamiento. Lo entiendo. Hasta nos han convencido a todos de que Almudena Grandes es una gran novelista. Hace años también decían que Willy Toledo era un actor extraordinario, hasta que se le fue de las manos. Y no digo nada de los que con cuatro brochazos realizan una obra extraordinaria, e inmortal, antes de salir de manifestación a gritar que nos roban la sanidad y la educación y que España es una ruina.
Vayamos al título: que Almodóvar también representa a España. Como el renunciado Soria en el Banco Mundial. Claro que no es lo mismo. Uno pertenece al ámbito cultural y el otro fue ministro. Sin embargo, antaño ambos tenían sus enredos en paraísos fiscales. Ambos compartían eso que ahora llamamos «no ejemplaridad». Almodóvar ha hecho alguna película espléndida (Hable con ella), lo reconozco sin ambages a pesar de que soy un escritor conservador y católico; otras son de una vulgaridad espantosa. Julieta no la he visto todavía. Pero imagino que reunirá méritos suficientes para representarnos. Representar a España. No tengo nada que decir porque lo que importa es la obra. Siempre.
Pero usted debe saber, lector, que entre Almodóvar y Soria (en el territorio de la ejemplaridad) no hay ninguna diferencia. Perdón, una sí. Almodóvar se pasó media vida insultando a los que no pensamos como él.