Teresa de Calcuta

OPINIÓN

02 sep 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Ojalá hubiera más personas como esta excepcional mujer. Al mundo le iría mucho mejor. Menuda, frágil, aparentemente insignificante; y, sin embargo, qué gran legado ha dejado a la humanidad. Empezó su gran siembra en un contexto muy difícil para una mujer, y más si esta es occidental: la India. Pero ya en 1980 el Gobierno le concedió el Bharat Ratna, el premio más importante a un civil en dicho país. Un año antes había recibido el Premio Nobel de la Paz. Y es que Teresa de Calcuta concitó en su humilde persona el cariño, el respeto y la admiración de todos. ¿El secreto? El cuidado amoroso que derrochaba a manos llenas hacia los más frágiles y pobres de este mundo.

Hoy son más de cuatro mil quinientas las Misioneras de la Caridad. Atienden a niños, ancianos, leprosos, enfermos mentales, víctimas del sida, refugiados, inmigrantes, ex-prostitutas y cualquier otro descartado de esta sociedad de la opulencia y el bienestar, en cientos de comedores, clínicas y escuelas de 133 países.

«De sangre, soy albanesa. De nacionalidad, india. En cuanto a la fe, soy una monja católica. Por mi misión, pertenezco a todo el mundo. Por lo que se refiere a mi corazón, pertenezco completamente al corazón de Jesús», respondió una vez a un periodista. El papa Francisco, otro gigante de la misericordia y la concordia, la va a declarar santa este próximo domingo, como testimonio de que otro mundo es posible, si nos empeñamos en construirlo.