Una pinta de Guinness

Eduardo Riestra
Eduardo Riestra TIERRA DE NADIE

OPINIÓN

07 ago 2016 . Actualizado a las 09:09 h.

La idea de España es tan confusa desde hace tanto tiempo -mucho antes de Ortega o Ángel Ganivet, antes incluso de Quevedo- que los españoles tarde o temprano acabamos lanzando huevos a nuestros héroes. Digo esto porque el pasado miércoles se cumplieron cien años de la ejecución de Roger Casement, el héroe de la independencia irlandesa, y sus paisanos celebraron la fecha con toda la devoción de la que son capaces. Casement era un hombre valiente y bueno, que fue condecorado por los británicos -cuando Irlanda todavía lo era- por su labor investigando el genocidio que Leopoldo II de los belgas estaba llevando a cabo en el Congo. Casement, que conoció a Conrad en África, sería enviado a las selvas de la Amazonia peruana para llevar a cabo una investigación similar, esta vez sobre la empresa de los perversos hermanos Arana. Allí, en las noches de soledad en que se enfrentaba a las constelaciones y a la crueldad universal, decidió desmarcarse del imperio. Regresó a Europa con un informe demoledor bajo el brazo y con la convicción de una Irlanda libre. Y pidió a los presos irlandeses en los campos de concentración alemanes de la Gran Guerra, que se pasaran al enemigo. La consecuencia fue su apresamiento, la calumnia y su condena a muerte. A pesar de la campaña de Conan Doyle pidiendo clemencia -con el silencio de Conrad-, Casement fue colgado el 3 de agosto de 1916. Hoy en Irlanda es considerado un patriota y un héroe.