De Camba a Casares

Luís Pousa Rodríguez
Luís Pousa CON LETRA DEL NUEVE

OPINIÓN

03 ago 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Escribir columnas en Galicia después de Julio Camba, de Wenceslao Fernández Flórez, de Álvaro Cunqueiro o de Carlos Casares, que cada uno a su manera reinventaron el género fundando un columnismo inédito, más que una responsabilidad es una irresponsabilidad. Más que una osadía es un suicidio.

A Camba, en tiempos de la Primera Guerra Mundial, lo tenían de corresponsal en Berlín o Londres y él no decía nada de la Gran Guerra, sino que hablaba de los cafetines y las coristas. A Wenceslao lo mandaban al Congreso, a los toros, al fútbol y, como no tenía ni idea, hacía lo que le daba la gana y así reinició la crónica parlamentaria, la taurina y la futbolística. Cunqueiro fue el primer explorador de su propio país. El gran pasajero en Galicia, que sembraba los pies de foto de poesía. Y Casares, a quien festejaremos al fin el próximo Día das Letras Galegas, inauguró en esta esquina del periódico un diario de a bordo, Á marxe, donde convertía en oro puro esos asuntos minúsculos que son los más importantes.

Todos ellos recurrían a una suavísima ironía, a un humor inteligente y tibio que no hiere pero arranca una sonrisa sutil, y que se remonta a una verdad muy sencilla. Sabían que el columnismo no viene de las solemnes columnas dóricas. Tampoco procede, aunque en las facultades se empeñen en seguir midiendo el periodismo en cíceros, de la división de la página del diario en cinco columnas de ancho. Lo que siempre tuvieron muy claro columnistas como Camba, Wenceslao, Cunqueiro o Casares es que una columna de periódico en realidad solo se parece a otro tipo de columna. A una de esas efímeras columnas de humo con las que los indios de las películas del Oeste enviaban sus señales de loma en loma.