El as de la baraja

Ernesto Sánchez Pombo
Ernesto S. Pombo EL REINO DE LA LLUVIA

OPINIÓN

30 jul 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

El presidente Feijoo expresó su deseo de que las autonómicas gallegas coincidan con las vascas y el lendakari ya señaló el 25 de septiembre, que es un mes antes de la fecha que el gallego dejó caer para la celebración de las nuestras. Así que si se cumple lo dicho, Galicia irá a las urnas ese día. O no, que diría Rajoy. Porque ya sabemos que los presidentes esconden las fechas electorales como de pequeños ocultábamos la chocolatina para que no nos las descubriese mamá. Y es que son como niños. A Íñigo Urkullu lo acusan de decidir el día por el indisimulado temor a una victoria de Podemos tras la última derrota del PNV.

No parece que sea el caso de Galicia. Al menos a día de hoy, cuando los populares caminan hacia los comicios con relativa tranquilidad porque las formaciones de la oposición no parecen disponer de grandes opciones de disputarles la Xunta. Al menos hasta que unifiquen criterios, cesen en sus desencuentros y se pongan manos a la obra.

Podemos y las mareas discrepan en casi todo; en el tipo de organización, en el candidato y en la conveniencia de primarias. Y así, llevan meses sin que se vislumbre una solución inmediata. Y mientras tanto, el socialista Fernández Leiceaga libra batallas aquí y allá para imponer su criterio y hacerse con el control de las candidaturas que lo van a acompañar, tratando de superar las impugnaciones, acusaciones de amiguismo, las agrias críticas y los boicoteos de sus propios compañeros. La estabilidad -si es que dejamos a un lado alguna disidencia y reproches varios, que los hay en todas las casas- la pone el BNG, aunque con la pacificadora Ana Pontón en la difícil papeleta de frenar la sangría de las últimas consultas.

Y con este panorama, Galicia hace cábalas sobre si será Urkullu quien decida cuándo vamos a las urnas o si Feijoo va a mantenerse entre el 16 y el 23 de octubre, como dijo en su momento. Uno nunca llegó a entender el interés de los presidentes y sus partidos por ocultar las fechas electorales cuando todos sabemos que las tienen ya decididas. Las guardan celosamente como un tahúr atesora el preciado as del triunfo de la baraja en su partida definitiva. Y algo de eso debe de haber. En el fondo, juegan con nosotros.