No es necesario...

Francisco Ríos Álvarez
Francisco Ríos LA MIRADA EN LA LENGUA

OPINIÓN

16 jul 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

La Academia Española, que no tiene demasiada experiencia en asuntos de ortotipografía, entró a regular en la última edición de la Ortografía algunos asuntos que hasta entonces apenas había tocado. En la primera edición de esa obra, de 1741, daba esta somera norma sobre la letra cursiva, que llamaba bastardilla: «Siempre que en el cuerpo de la obra se ponen voces de otra Lengua, ó cita de voces, y palabras de algun Autor, ó alguna cláusula, ó voz, en donde se desea la atención, y reparo de quien lee, en el manuscrito estas voces, ó cláusulas se rayan en lo baxo del renglon, y en la Imprenta se muda la especie de la letra».

La edición de 1999 no avanzó en la materia. Empleaba la palabra cursiva seis veces, y de pasada. Sin embargo, la edición más reciente, del 2010, se extiende sobre la materia. En ella se adoptan normas que ya estaban asentadas entre tipógrafos, periodistas, editores y otros profesionales de la letra impresa. Sin embargo, en algunos puntos enmienda aquellos usos.

Así, la RAE emplea tres veces el mismo texto para rechazar melifluamente otras tantas aplicaciones de la cursiva: «No es necesario marcar de manera especial estos nombres por el hecho de que no se refieran a seres humanos, de modo que no hay por qué escribirlos en cursiva o entre comillas». Se refiere a los nombres propios designativos de animales y plantas (Chita, Dolly, Moby Dick, Bucéfalo, Pluto); los nombres propios que se asignan a ciertos fenómenos atmosféricos (el huracán Wilma, el tifón Fred); y los nombres propios de objetos singularizados (la bomba Little Boy, el Big Ben, la espada Tizona, la nave espacial Soyuz, el satélite Sputnik, el superordenador Finis Terrae, el Titanic). Los ejemplos son de la Ortografía, que los escribe sin resalte tipográfico.

El argumento de que «no es necesario» y de que «no hay por qué» podría emplearse para cuestionar alguna de las normas de la Academia. Un ejemplo: dice que los títulos de libros, películas, etcétera, que se escriben en cursiva, no llevan más mayúsculas que la inicial y las de los nombres propios que contengan (El secreto de Puente Viejo, Los miserables), pero los de publicaciones periódicas tienen mayúscula en todas las palabras significativas (El Norte de Castilla, El Faro de Ceuta). Aquí podría aplicársele el «no es necesario» y el «no hay por qué», pues las mayúsculas de norte y faro nada aportan.

Todo puede cuestionarse. Pero existe, sin embargo, una forma tradicional de escribir las cabeceras de las publicaciones periódicas, que se respeta. Como debería hacerse con otras convenciones ortotipográficas, cuya alteración lleva a la dispersión.