Bautizos atómicos

Jorge Mira Pérez
Jorge Mira EL MIRADOR DE LA CIENCIA

OPINIÓN

19 jun 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

La tabla periódica es una especie de orla en la que, en vez de fotos de alumnos, aparece un elemento químico en cada cuadrito. Esos cuadritos van ordenados por un número, que indica cuántos protones (partículas de carga eléctrica positiva) tienen los átomos de ese elemento químico. Los protones son los que dan la identidad al átomo: por ejemplo, el de 79 protones es el oro; el de 80, mercurio.

La tabla empieza con el hidrógeno, que tiene solo 1 protón, y acaba con el de 92 protones: el uranio. Pero, en 1940, un grupo de científicos consiguió juntar a la fuerza 93 protones, pariendo así el primer átomo artificial: el neptunio. Ese mismo año se consiguió juntar 94: nacía el plutonio.

El proceso no ha parado desde entonces y se ha continuado la tabla hasta el número 118. Un átomo de ese tamaño es muy frágil, solo aguanta vivo milésimas de segundo, pero crearlo es todo un hito (cada vez más difícil) y bautizarlo, un privilegio para la historia.

Por eso, cuando se anuncia uno de estos partos, se deja en cuarentena el bautizo, hasta que se confirma su veracidad y se reconoce a los padres.

Estos días se ha hecho historia, bautizando a cuatro nuevos elementos de golpe: el 113 se llamará Nihonio (abreviado: Nh); el 115, Moscovio (Mc); el 117, Tennessino (Ts); y el 118, Oganesón (Og).

Este último cumple un sueño: cerrar la última fila de la tabla, que ahora en su columna derecha (la de los llamados gases nobles) está formada por helio, neón, argón, kriptón, xenón, radón y... oganesón.