Disputado voto

Carlos Agulló Leal
Carlos Agulló EL CHAFLÁN

OPINIÓN

10 jun 2016 . Actualizado a las 09:06 h.

Aunque seamos conscientes de su necesidad y nostálgicos de su utilidad, resulta difícil afrontar la campaña que comenzó anoche con ilusión. Ni siquiera con neutralidad o falta de prejuicio sobre la verdadera intención de quienes se lanzan a la carrera. Agitar la obligación del votante de acudir a las urnas e ilustrar a la población sobre lo que cada quien defiende para afrontar los problemas de la sociedad son objetivos plausibles de una campaña electoral. Si no se hubiesen convertido en un ritual vacío, en un teatrillo representado en mercados y plazoletas llenas de niños a los que besar y ancianos a los que abrazar. Se exageran tanto las sonrisas y son tan artificiosos los afectos y los odios expresados en estos días que el mensaje queda oculto y las ideas, si las hay, se esfuman entre la bruma de sintonías y banderolas.

La encuesta oficial que se conoció ayer viene a confirmar que los pactos van a ser necesarios si no queremos meternos en la tormenta perfecta. Y en el ojo de ese huracán está un PSOE en declive del que puede depender que gobierne el PP (con Rajoy o sin él), que gobierne Podemos (el partido que lo está fagocitando) o que en diciembre volvamos a las urnas. Su propio futuro como fuerza relevante puede depender de la claridad del mensaje.

La campaña no es baladí. No lo es porque en los próximos quince días se decidirá el voto del 32 % de indecisos que revela el Centro de Investigaciones Sociológicas que hay a estas alturas. Y, sobre todo, porque ir a unas terceras elecciones sería un fracaso estrepitoso. No somos ya muy proclives a creer lo que prometen, pero más que nunca sería bueno que los partidos hiciesen lo que no parecen dispuestos a hacer. Que nos digan qué va a ser de nuestro disputado voto.