Libres, iguales, honestos e inteligentes

María Xosé Porteiro
María Xosé Porteiro HABITACIÓN PROPIA

OPINIÓN

18 may 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

El PSOE cumplió ciento treinta y siete años el 2 de mayo, fundado por un tipógrafo ferrolano, Pablo Iglesias. Luego pasó lo que pasó y en la memoria colectiva quedan huellas imborrables. Ochenta años después del oprobioso alzamiento nacional estamos en una encrucijada de la que debemos salir sin odios ni venganzas. No es tiempo de clarines ni de cañones. Solo de diálogo y verdad, de defensa a ultranza de la democracia y de los valores republicanos, incluso en esta anacrónica monarquía instrumental. El contrato social que la ciudadanía demanda no precisa de paternalismos protectores ni de iluminados salvadores. La urdimbre está hecha. Hay que reajustar el diseño y adaptarse a los materiales de esta  nueva etapa. Los socialistas no deberían olvidar que son un valor en la historia de este país y siguen siendo un activo necesario para su futuro.

La sanidad y la educación gratuitas, universales y de calidad, las pensiones, la legislación a favor de la igualdad y la redistribución, junto a  una modernización acelerada para sumarse al proyecto europeo luego de décadas de aislamiento, son parte esencial de su legado que, por más que se quiera emborronar, ahí está. Así lo demuestran los jóvenes airados de uno u otro bando, que heredan una sociedad por la que sus antecesores lucharon e, incluso, dieron la vida. Hace cuatro años, la indignación producida por la desilusión de una democracia joven pero enferma por la corrupción y el imperio de los mercaderes dio un paso más para incorporar savia nueva a la dirigencia de este país.

Hoy el PSOE tiene un liderazgo joven y renovado, pero no tiene por qué renunciar a su esencia ideológica aunque precise votos del electorado de centro. Pedro Sánchez recurría el sábado, tras su proclamación por el comité federal, al «puedo prometer y prometo» que acuñó Adolfo Suárez. Es cierto que el votante de centro está huérfano en este tiempo de radicalización partidaria, pero pocas cosas hay más vigentes que el sueño del fundador del socialismo español: una sociedad de personas libres, iguales, honestas e inteligentes. Prometer es fácil, pero lo importante es hacer, y demostrar que, además, se quiere y se puede.  Para promesas incumplidas sobra con los programas del Partido Popular.

Si los propios socialistas hacen tabla rasa de lo mejor de su pasado, otros se lo apropiarán. Tienen suerte de tener una historia. De ellos se esperan propuestas valientes, estar al lado de quienes más sufren, verlos empeñados en crecer para redistribuir -quijotes y sanchos juntos- dispuestos a  arrimar el hombro con dignidad, humildad, honradez y, sobre todo, con ideales y con ganas.