Chocolate del loro

Carlos Agulló Leal
Carlos Agulló EL CHAFLÁN

OPINIÓN

06 may 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Quizás casi nadie se acuerde ya cómo se hablaba, con cierta altanería incluso, del chocolate del loro cuando nos creíamos ricos. Cualquier propuesta de ahorro de caudales públicos era despachada con suficiencia y con el argumento de que aquello era tan ridículo como el gesto de los indianos venidos a menos que le retiraban su ración al pájaro, como si les fuese a quitar de la penuria. Un pretexto perfecto, no ya para no entrar en el fondo de la cuestión, sino para seguir alegremente con el despilfarro.

Las crisis sirven, en cierto modo, para que nos rebelemos contra actitudes que en tiempos de bonanza pasan más desapercibidas. Para que dejemos de reírle las gracias a quienes se divierten a costa de arruinarnos. Pero se ve que no se curan todos los males: los partidos políticos, los mismos que primero han recibido un correctivo de los electores y después han sido incapaces de llegar a un acuerdo para evitarnos el hastío de unas nuevas elecciones, se ponen a discutir sobre los gastos de una nueva campaña como si casi 200 millones de euros no fuese mucho dinero. Porque, aunque hablan como si todos estuviesen por no derrochar más nuestro dinero, en realidad más parece que de nuevo quieren hacernos creer que eso, al final, no representa más que la merienda del papagayo. Lo malo es que son muchos los loros que cada día se quieren comer el chocolate. Son los gastos electorales que se nos echan encima y son los sueldos que las mismas señorías que no fueron capaces de darnos un Gobierno seguirán percibiendo hasta que haya nuevo Parlamento. Por ejemplo.

Lo chusco no es privar al loro del chocolate. Lo insensato de la aristocrática costumbre era dárselo.