España está de enhorabuena, y jamás podrá agradecerle a Pablo Iglesias el inmenso favor que le ha hecho al país, fundamentalmente a su tesorería, al dejarnos los próximos resultados electorales meridianamente claros. La verdad es que cuarenta y tantos millones de españoles no lo veíamos, y a él, con su particular toque de genialidad, lo visitaron las musas. Ya no hacen falta los comicios del 26J. En la celebración de la Fiesta de los Trabajadores en Puertollano, ha anunciado que se producirá el sorpasso a los socialistas, con lo cual se ha puesto manos a la obra y ha ofrecido ministerios al PSOE con él al frente del Ejecutivo. Todo arreglado al más puro estilo del discípulo de Vladimir Illich Uliánov, alias Lenin. Es un gesto que le honra esta inmensa generosidad que está demostrando, incluso antes de que su adorado pueblo acuda a las urnas. Todo para el pueblo, pero sin el pueblo, en una versión casposa del despotismo ilustrado patrio. Podía dejar tirado al soldado Sánchez, pero ya ha demostrado con creces en estos meses de negociaciones que a él lo que le importa es que gobierne la izquierda, y no su ambición personal. También ha demostrado clase y respeto a sus rivales del PP y Ciudadanos. No los ha vilipendiado como en él es habitual. Sencillamente los ha ignorado, dado su escaso apoyo popular (el PP casi le dobló en número de escaños). Gracias, Gran Hermano Iglesias. Pensándolo bien, después de su anticipo de los resultados, era un absurdo perder un domingo de junio yendo a votar. Eso era antes. Con los chavistas ya no hace falta. Ya arregla su comandante.