El último pediatra de Alepo

Yashmina Shawki
Yashmina Shawki CUARTO CRECIENTE

OPINIÓN

30 abr 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Ya sabemos, de sobra, que cuando un conflicto estalla y se convierte en un enfrentamiento armado, la humanidad es lo primero que sucumbe. La historia está llena de asedios, traiciones, violaciones y un sinfín de comportamientos inmorales que el ser humano no ha dudado en aplicar al que considera su enemigo por la causa que sea. Pero, aun así, y por fortuna, todo hay que decirlo, hay hechos que todavía siguen indignándonos, como las masacres indiscriminadas provocadas por armas químicas, bombas nucleares, campos de exterminio o los ataques a la población civil.

Por eso, cuando un Ejército superior en armamento y tecnología como el ruso bombardea un hospital en una ciudad sitiada, como Alepo, cuando como resultado del ataque muere un héroe silencioso e imprescindible, el único pediatra que permaneció en la ciudad, algo se desgaja en nuestro corazón. Alepo, esa maravillosa ciudad siria, hoy solo un cúmulo de escombros informes donde los que se levantaron contra la dictadura de Asad aún resisten, ha perdido un imprescindible hospital pediátrico y maternidad.

Sorprende la entrega de médicos que anteponen el bienestar de su pueblo al suyo propio y que no dudan en arriesgar su vida para salvar y proteger a otros, incluidos los niños, los realmente inocentes que tienen que vivir bombardeos, privaciones y racionamientos cuando deberían de ir a la escuela y jugar tranquilos, seguros y en paz. Pero, sobre todo, sorprende que nos preguntemos por qué tantos refugiados se arriesgan a venir a Europa cuando no hacemos nada para ayudar a la paz.