Conversaciones

Luis Ferrer i Balsebre
Luis Ferrer i Balsebre EL TONEL DE DIÓGENES

OPINIÓN

10 abr 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

El WhatsApp soltó un pantallazo informándome de que, a partir de ahora, los mensajes que mande y reciba estarían seguros con un cifrado de extremo a extremo. Entré en pánico; por un lado, la ignorancia absoluta de lo que es un cifrado de extremo a extremo -pero que resulta muy inquietante- y, por otro, enterarme de que, hasta la fecha, un tercer ojo desconocido podía husmear en mi intimidad cuando quisiera.

Me entró un extraño sudor frío sabiéndome filmado por cámaras invisibles, espiado en mis conversaciones, analizado en mis gustos, publicado sin aviso, guardado y archivado para la eternidad. Secuestrado en un nuevo mundo que me aterra.

Reivindico hoy más que nunca la vuelta al tonel, la mesa camilla con brasero y las cartas escritas a mano igual que la vuelta al vinilo, a los huevos fritos con chorizo, al cuerpo limpio de anagramas y al libro de papel. Lo reconozco, soy lo que dicen un vintage; como tantos otros que opinan lo mismo y muchos más que lo piensan pero no lo dicen por pudor o por no enfrentarse al discurso tecnológico posmoderno imperante.

¡Pues no! Me niego a dejarme arrastrar a esa realidad, sigo el consejo de Mr. Pickwick cuando decía que los necios siguen la moda y la gente inteligente pacta con ella, pero jamás se vende. Entraré al trapo cuando quiera pero me saldré también cuando me de la gana.

¿Y podré sobrevivir fuera de esa realidad? Sin duda alguna. Me siento más cómodo oculto a la mirada de los demás -el infierno es eso, son los otros, que decía Sartre-, me apaño perfectamente con los objetos con los que he vivido hasta ahora, no necesito más rapidez ni más capacidad, no quiero aprender a conducir en un mundo que desconozco y no me interesa. ¿Cree que todo son ventajas en esta localización continua, en esta ágora planetaria? Ayer mismo leía de un hotel con encanto en Madrid que se anuncia como «libre de tecnología», ofertando un espacio inhibido a todas las ondas, para desconectar de verdad. Me pareció una idea estupenda.

Necesito no saber de nadie y que nadie sepa de mí. ¿Cree que estoy loco?

Una sensación metálica me recorrió el cuerpo cuando intenté ensayar una respuesta. Comprendía perfectamente tanto el malestar como el deseo. No, contesté.

Eso no tiene nada que ver con la locura, es más probable que la locura esté del otro lado. Usted no quiere salir de su confortable realidad, pero eso que llamamos realidad no deja ser un consenso y parece que la mayoría apuesta por construir un mundo transparente, sofocante, novedoso, efímero y consumista.

Váyase donde prefiera: al tonel o al hotel.